En la actual campaña presidencial estadounidense, la melena del candidato republicano ha sido objeto de tantos comentarios como sus extravagantes propuestas.
En las elecciones políticas, cuando se hablaba del pelo de algún candidato, era el de una mujer. Históricamente, el de los hombres ha suscitado poco interés. Pero en el mano a mano Trump-Clinton pasa exactamente lo contrario. Uno de los temas favoritos de humoristas y de varios columnistas es la extraña melena dorada del aspirante republicano. Algunos, como el escritor Bruce Handy, de Vanity Fair, describen el color como “chito quemado”, mientras la comediante Sarah Silverman lo llama “sorpresa toscana”. En Colombia, a eso probablemente se le llamaría “amanecer llanero”. En todo caso, los comentarios se intensifican a medida que se acercan las elecciones.
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El único antecedente conocido en esta materia es el del pelo del presidente Ronald Reagan, quien no tenía un modelo tan elaborado, pero sí lucía un copete de adolescente que nunca cambió de color hasta pasados los 80 años. El interrogante en ese momento no era si el pelo era postizo, pues era obvio que no lo era, sino si esa cabellera gruesa y rojiza podía no ser teñida en el caso de un octogenario. Reagan, burlándose de esas especulaciones, mandó unos mechones a un programa de televisión que hablaba sobre el tema, y después de un examen de laboratorio quedó claro que el color era natural.
Fuera de ese caso, poco habían dado de qué hablar las cabezas presidenciales. Sin embargo, la semana pasada sucedió algo insólito. La prensa francesa publicó que el presidente François Hollande tenía en la nómina oficial a un estilista de 10.000 dólares mensuales. La noticia desconcertaba, en primer lugar, porque Hollande es prácticamente calvo y sus pocos pelitos sueltos no dan para tanto cuidado. Pero sorprendía más aún porque es el líder de la izquierda de su país, y se supone que los portaestandartes de esa ideología son indiferentes a las frivolidades de la derecha. En todo caso, la prensa francesa llegó a comparar lo que Hollande se gasta en el cuidado de su calvicie socialista con el costo de dos carros usados, con lo que vale tener 47 empleados o con 13 iPhone 6.
Pero volviendo al pelo de Trump, también ha sido descrito como un “pompadour”. Esa es una referencia anglosajona a la leyenda sobre Madame Pompadour, la amante de Luis XV, rey de Francia, cuya vanidad era enfermiza y se traducía en horas diarias de armar pirámides capilares. Trump seguramente no le dedica tanto tiempo a sus rizos, pero llegar todos los días a ese bucle dorado no es fácil. Requiere hacer la carrera del pelo por el lado izquierdo, echar el bloque hacia atrás y armar un copete que tiene que flotar a 3 o 4 centímetros de la frente.
Según el famoso especialista capilar inglés Philip Kingsley, mantener esa forma durante el día entero requiere un aerosol especial que la congele. Kingsley agrega que es obvio que ese color dorado es teñido, pues si se compara con cualquier foto de Trump de hace 20 años, es evidente que el pelo original era mucho más oscuro (ver fotos).
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El color del pelo de Trump ha sido analizado no solo por expertos capilares sino también por psicólogos. Según ellos, escoger el color oro en esa forma requiere una personalidad exhibicionista. Y si de algo ha dado pruebas Trump durante su carrera es de ser un gran showman. El columnista Frank Bruni, del diario The New York Times, cree que también hay algo de bullying en la selección de color. Para él, una cara ancha anaranjada combinada con un pelo dorado da una “sinfonía cromática” que intimida.
Algunos han puesto en duda también la autenticidad de esa mata capilar en un hombre de 70 años. En otras palabras, se ha llegado a sospechar de un injerto, un tupé o algo postizo. Pero al igual que Reagan, Trump aclaró eso en un programa de televisión: en el Today Show dejó que las presentadoras lo jalaran como quisieran y acercaran las cámaras de televisión a milímetros del cuero cabelludo. Y esa batalla sí la ganó: el pelo era de él.
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Como la información en internet es infinita, también hay un portal que se llama Ginger Awareness. En este se numeran las hazañas o ejecutorias de famosos pelirrojos. En la lista están Charles Darwin, Vincent van Gogh, el actor Chuck Norris y muchos otros. Aunque Trump fue pelirrojo y hoy es pelidorado, ya está incluido en esa galería de honor.