Epstein organizaba orgías con menores de edad para sus amigos del jet set, en sus casas de Nueva York y Palm Beach. Murió de 66 años.

Escándalo

El magnate pedófilo

Por: Revista SoHo

El mundo no termina de asquearse con la trama criminal del millonario Jeffrey Epstein, quien abusó de 80 niñas humildes y se suicidó en la cárcel. El caso salpica al príncipe Andrés de Inglaterra, a Bill Clinton y, en especial, a Donald Trump.

Jeffrey Epstein construyó un conglomerado financiero que le dejó una fortuna de alrededor de 500 millones de dólares, según Forbes, que le sirvieron para derrochar en lujos como dos aviones, seis casas y las juergas sexuales por las que hoy está siendo procesado.

Nacido en Nueva York, desarrolló una labor filantrópica en favor de la ciencia, la educación y la lucha contra el sida en África, al tiempo que hizo amigos prestantes como Donald Trump, mucho antes de que sonara para presidente, y exmandatarios como Bill Clinton y el colombiano Andrés Pastrana. Así mismo, daba rienda a suelta a otras actividades para nada encomiables, con el fin de complacer su gusto por las menores de edad. Las acusaciones hablan de fiestas en sus casas de Nueva York y Palm Beach, que terminaban en incontables abusos y hechos de tráfico sexual, durante la primera década del siglo. Todo con la complicidad de Ghislaine Maxwell, una británica educada en Oxford, amiga también de Bill Clinton y miembros de la realeza. Su padre fue el controvertido editor Robert Maxwell, dueño de periódicos como el Daily Mirror, tras cuya muerte, en 1991, ella se radicó en Estados Unidos, donde conoció y tuvo un breve romance con Epstein. Siguieron siendo amigos, al punto que ella se convirtió en la mano derecha de él en sus asuntos personales. Fue así como terminó haciendo las veces de madame del millonario, pues reclutaba a las menores, muchas de ellas habitantes de la calle. Con el pretexto de que trabajaran como masajistas, las sometía a los vejámenes.

Donald Trump fue amigo de juergas de Epstein, con quien decía compartir su gusto por las jovencitas. Así posaron en 1997 en Mar-a-Lago, el resort del hoy presidente en Palm Beach.

Uno de los casos más conocidos es el de Virginia Giuffre (Roberts, de soltera), quien a sus 15 años laboraba como asistente en el spa del resort Mar-a-Lago, en Florida, propiedad de Trump. Allí fue contratada por Maxwell y entrenada para satisfacer los deseos carnales del empresario. “La propia Ghislaine me instruyó”, le dijo al Miami Herald. La capacitación incluía desde cómo practicar sexo oral hasta el uso de juguetes sexuales.

El abuso a Virginia duró cuatro años, en los que fue obligada a acostarse con Epstein y otros poderosos. Uno de ellos, asegura, fue el príncipe Andrés, tercer hijo de la reina Isabel de Inglaterra, amigo de Maxwell. Con él, Virginia afirma haber tenido sexo tres veces, incluida una orgía. También sostiene que fue obligada a hacerlo en repetidas ocasiones con Alan Dershowitz, exabogado defensor del millonario.

El príncipe Andrés de Inglaterra con Virgina Giuffre, quien asegura que fue obligada a acostarse con él por Epstein cuando era menor de edad.

“Lolita Express” era el sobrenombre que tenía el jet privado de Epstein y en él viajaron académicos, políticos, celebridades y las menores explotadas. “Era el lugar perfecto para abusar de ellas y salirse con la suya”, le explicó Roberts al Herald. Incluso, reconoció que llevó a otras para el mismo fin.

Trump era asiduo a estas citas. En 2002, le dijo a New York Magazine que su amigo Epstein era un hombre “estupendo”, al que “le gustan las mujeres hermosas tanto como a mí y muchas de ellas están en el rango más joven”.

Ahora que Epstein está en la mala, Trump quiere borrarlo de su biografía. “Tuve una pelea con él hace mucho tiempo y no soy su fan”, aseguró tras estallar el lío, al tiempo que sus abogados advierten que no tienen contacto desde hace más de 15 años. Empero, el dolor de cabeza del presidente no termina ahí. En 2016, en plena campaña, una mujer anónima lo acusó de violarla en una de las orgías de Epstein, en 1994, cuando tenía 13 años. En últimas, retiró la demanda porque fue amenazada de muerte, como lo señaló su abogada.

De Clinton, Virginia Giuffre contó en su declaración jurada que lo vio en Little St. James Island, paraíso privado del magnate en Islas Vírgenes, conocido como “Isla Orgía”, aunque no en comportamientos sexuales. Portavoces del exmandatario alegan que él no ha tenido comunicación con Epstein en la última década.

Víctimas del monstruo: Annie Farmer y Courtney Wild asegura que cayeron en los abusos sexuales y tráfico de menores de Epstein a los 14 y 16 años, respectivamente.

El escándalo tuvo un primer destape en 2007 y un año después Epstein fue condenado a solo 13 meses de prisión, gracias a la ayuda del fiscal Alexander Acosta. Este último fue secretario de Trabajo de Trump, hasta su reciente renuncia, acorralado por los cuestionamientos alrededor de aquel fallo.

En 2018 nuevas demandas llegaron a una corte de Florida y algunas víctimas declararon por primera vez. Finalmente, Epstein fue arrestado en julio pasado, en el aeropuerto de Nueva Jersey, bajo cargos de tráfico sexual con menores de edad. Se cree que abusó de más de 80 jovencitas y para reiterar su carácter de depredador han servido las cientos de fotografías de niñas desnudas halladas en su casa en Manhattan. Él se declaró inocente y si es encontrado culpable podría enfrentar una condena de hasta 45 años en prisión.

Para ensombrecer aún más el caso, The New York Times reveló los planes de eugenesia (medidas para el perfeccionamiento de la especie) que obsesionaban al magnate. En su disparatado plan de crear “humanos superiores”, quería usar su finca en Nuevo México para inseminar mujeres con su esperma, bajo el sueño de que su ADN se convirtiera en la semilla de la mejor raza. Un proyecto al estilo de los abominables experimentos de Josef Mengele, el médico nazi empeñado en la perpetuación de la raza aria y el exterminio de los pueblos considerados “inferiores”. En fin, con su mezcla de pedofilia y delirio por la supremacía blanca, el caso Epstein no podría ser más repugnante y perturbador.

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