Marcus y su familia colombiana | Foto: Diego Vásquez (SoHo)

Historias

De Suecia a Usme: colombiano adoptado por europeos volvió a ver a su madre biológica después de 40 años

Por: SoHo

Esta es una historia de imposibles: el de un metalero que busca a su mamá y el de una joven que debe entregar a su hijo para que viva mejor. Ambos imposibles se derrumbaron con un reencuentro en Bogotá.

Tiene una larga melena que con los años se convirtió en una enorme cabellera llena de dread locks que casi le llegan a las pantorrillas. Su mirada transmite serenidad y es un tipo muy tranquilo. A decir verdad, dista mucho de lo que un colombiano es al momento de expresarse, empezando porque no habla español, se sabe una que otra palabra que logró aprender por medio de una aplicación, y es poco expresivo.

Su nombre es Juan Carlos Marcus Dalmmaner y vive en Estocolmo, Suecia, desde que tenía 4 años. Su madre biológica lo dio en adopción y una familia europea se enamoró de él cuando visitó la Fundación Los Pisingos, que desde 1968 se dedica a esos procesos. Juan Carlos siempre supo que no pertenecía al lugar donde vivía, sabía que sus raíces estaban lejos de donde había comenzado una nueva vida.

Recuerda que cuando llegó a Suecia, con solo cuatro años, se sintió feliz, pues dice no tener los mejores recuerdos de Los Pisingos, donde vivió por un tiempo. La historia de Juan Carlos no dista de la de muchos colombianos que son dados en adopción, pues su camino empieza con la incertidumbre de unos padres que no pueden ofrecerle una vida digna.

En el 2021, el ICBF registró que 772 niños, niñas y adolescentes fueron dados en adopción en Colombia, de los cuales 313 fueron entregados a familias extranjeras. Muchos de los adoptados, como en el caso de Juan Carlos, cuentan con buena suerte y dan con familias excepcionales que cumplen con el objetivo que sus padres biológicos tenían cuando decidieron entregarlos a un tecero. Sin embargo, se han conocido historias de personas que vivieron una verdadera pesadilla al momento de ser adoptados, pues dieron con familias disfuncionales.

“A diferencia de muchas personas como yo, nunca me sentí con el afán de conocer mis raíces, en cambio siempre acepté lo que me había pasado y comprendí que mi madre tuvo las razones que tuvo para enviar a su hijo lejos”, le contó Dalmanner a SoHo.

A pesar de esa decisión que había tomado, algo lo cambió. Fue una película, Lion, que cuenta la triste de cómo un niño indio se perdió en una estación de tren y fue dado en adopción a una familia australiana. Con el tiempo, el protagonista de la historia fue creciendo y comenzó a obsesionarse con la idea de poder encontrar a su mamá biológica. Para ello, se valió de Google y de otras herramientas tecnológicas en línea que pronto le arrojarían las coordenadas de su paradero.

Luego de ver esa película, en el 2017, la idea de conocer a su madre biológica fue tomando fuerza. Pese a que sabía que era adoptado y que tenía su familia de sangre en Colombia, era muy poco lo que recordaba de su corta vida en este lado del mundo. Por cosas del destino, Dalmanner se fue a vivir a un lugar en Estocolmo donde había un restaurante colombiano y allí probó el arequipe, un sabor que de inmediato le trajo recuerdos de su niñez y que también lo motivó a buscar en sus raíces.

Era una mañana fría en Estocolmo, cuando Dalmanner decidió poner el nombre de su mamá biológica en Google, previamente había conseguido su identidad en los papeles de adopción. Desafortunadamente para él, no encontró ninguna pista sobre ella. Sin embargo, en el 2020, cuando todas las personas en el mundo se tuvieron que encerrar en sus casas por un bicho raro que nos cambiaría la vida a todos, el protagonista de esta historia decidió invertir el excesivo tiempo libre para poder encontrarla.

En medio de esa búsqueda logró contactar un grupo en Facebook llamado Colombia Adoptees Family Search Raquel y Mariang. “Yo vi que la administradora de este lugar aseguraba poder ayudar a las personas adoptadas a contactarse con sus familias. Entonces pensé, ¿por qué no?”, cuenta Juan Carlos. Dos días después de haber enviado una foto de sus papeles de adopción y dejar su teléfono, recibió una notificación en la bandeja de su Facebook que decía “la encontré”, él no podía dar crédito. Las dos palabras estaban acompañadas de la prueba, pero de algo más.

“Este es el número de teléfono de tu madre y el de tus dos hermanas, ellas están locas por saber de ti”. Juan Carlos quedó atónito, emocionado y a la vez dubitativo. “Estaba en completo shock, no sabía si era real ¿cómo podría estar seguro?, probablemente tendría que tomarme una prueba de ADN”, se decía a sí mismo. “Una vez me calmé y tomé aire profundo, le envíe a la que sería mi madre biológica una foto de mi viejo pasaporte colombiano seguido del sueco y también una selfie mía con un tímido “Hola”.

De regreso, aquella mujer le mandó un retrato de ella. Cuando vio la foto de la mujer que decía ser su madre, Juan Carlos asegura que fue como reflejarse en agua clara, el rostro de ella era el suyo. En ese instante todas sus dudas acerca de su parentesco con aquella mujer se desvanecieron. “Cuando vi su foto dije: no necesito ninguna prueba de ADN, es ella”.

La gran pregunta: ¿por qué lo dieron en adopción?

Luego de varios intercambios de mensajes y con la ayuda de un traductor en línea, Juan Carlos comenzó a entender su historia y las razones por las que fue dado en adopción. Su madre lo tuvo a los 15 años, su padre le doblaba la edad y una vez supo de su estado, la abandonó.

Mónica María Gómez es una mujer que luce muy joven para ser la madre de Juan Carlos, pero cuando uno la ve es indudable el parecido que tiene con su hijo. En su mirada se le ve la felicidad de tener de regreso a su pequeño, que ya no tiene nada de niño y que por el contrario es un metalero corpulento que mide más de 1.90 metros. Después de 40 años lo pudo volver a tener en sus brazos y fue uno de los festivales más importantes de rock en Colombia el que le hizo el milagro del reencuentro.

Juan Carlos llegó a Colombia con su banda de death metal, Frantic Amber, donde toca la batería. Esta agrupación se presentó el día de metal en Rock al Parque. Ese mismo día conoció a su mamá biológica en persona y a sus dos hermanas. Para muchos, el show de esta banda fue magnifico y estuvo cargado de emociones, pues la agrupación sorprendió con un cover de Kraken, legendaria agrupación colombiana. Días después, más de un metalero y rockero entendería por qué una banda sueca cantó este tema en el repertorio. El baterista era de padres colombianos.

Mónica Gómez no se puede comunicar muy bien con Juan Carlos, ninguno de los dos habla el mismo idioma. Sin embargo, con caricias y gestos es más que suficiente para entender ese lenguaje del amor. Cuando cuenta su historia, se le escucha la voz apagada, aún se le siente la tristeza de haber dejado a su hijo años atrás. “Cuando quedé embarazada era muy joven y el papá de Juan Carlos lo quería. El respondió por un año, pero después todo cambió y nos abandonó. Luego conocí a otro hombre con el que forme un nuevo hogar y tuve mis dos niñas”.

Con el pasar del tiempo, Gómez comenzó a darse cuenta del trato que este hombre tenía con su hijo, era hostil e intentaba maltratarlo, por eso, pensando en su futuro, tomó la decisión que ninguna madre quiere: darlo en adopción. “Yo no tenía apoyo. En ese entonces, mi madre trabajaba para quien era la directora de la Fundación Los Pisingos. Ella nos aseguró que encontraría la mejor familia para mi hijo”, relata con la voz entrecortada.

El día que Gómez firmó la adopción aseguró que se sentía frustrada por tener que entregar a su pequeño y le pidió a Dios que cuidara de él. Sabía que nunca más iba a volver a verlo, ya que la fundación le había dicho que una vez lo diera en adopción nunca más iba a volver a saber de su pequeño.

Pero la suerte estaba echada y tendrían que pasar 40 años para recibir la llamada que dejaría al descubierto su secreto y al mismo tiempo cerraría un ciclo. Gómez había compartido esta información con su mamá y su hermana. Con los años, la primera comenzó a sufrir de una enfermedad mental por lo que en ocasiones hablaba del pequeño, sin que nadie le creyera y la segunda juró guardar el secreto hasta la tumba.

“Yo nunca tuve la esperanza de volverlo a ver. Cuando entró aquel mensaje en Facebook, donde una persona me aseguraba haber dado con el paradero de mi hijo, quedé fría. Además, porque yo nunca subo nada a las redes sociales, pero justo ese año decidí publicar unas fotos y así fue como me encontraron”, cuenta la mujer.

Luego recibió una llamada donde le preguntaron sus datos y si había dado en adopción a uno de sus hijos. Todo con el fin de verificar que ella sí era la mamá de Juan Carlos. Además, la mujer quería saber si Gómez estaba dispuesta a que saliera a la luz esa historia oculta. “Tuve que esperar dos días, que parecieron dos años, para saber si mi hijo quería estar en contacto”.

Un “sueco” en Usme

Llegó el día del reencuentro y el escenario sería el hotel Tequendama en el centro de Bogotá, allí Juan Carlos vio por primera vez a su mamá y a sus dos hermanas, Elizabeth y Alejandra. Las lágrimas no se pudieron contener, los miembros de la banda sueca y otros curiosos se dejaron contagiar por el emotivo encuentro.

Luego del show en el festival por el que Juan Carlos venía a Bogotá, y con la calma que un reencuentro de estos requiere, decidió ir a Usme, al sur de Bogotá, a conocer la casa de su familia. Aprovechó para quedarse más de un mes en Colombia y se dio el chance de recorrer las calles de esta localidad y de probar los sabores de su tierra, muchos de los cuales ya había olvidado. Caminó cada rincón que pudo de Bogotá, conoció personas y lugares que jamás imaginó. Fue a conciertos de metal, había escuchado que en Colombia esta música se vive diferente y así lo pudo comprobar.

Además, pasó el 24 de diciembre con su enorme familia; hasta primas de Estados Unidos viajaron para reunirse con él. Supo y probó lo que es un sancocho y pudo notar la diferencia abismal con la que se celebran estas fechas en Colombia y en Suecia. Seguramente jamás olvidará esta fecha tan especial, donde volvió a sentir el abrazo de su familia biológica.

Pero como no se es de donde se nace, sino de donde se hace, Juan Carlos regresó a Suecia para volver al lado de Gombrich, su madre adoptiva, una mujer que ha estado en pie de lucha junto a él y que lo apoyó desde el primer momento en que quiso reencontrarse con su familia colombiana. Ella quiso que las raíces de aquel niño no murieran, por eso conservó sus dos nombres y solo le agregó el Marcus.

El 28 de diciembre, Marcus dejó Colombia y a su familia, tuvo que regresar a su rutina en Estocolmo, pero al momento de subirse al avión una gran sonrisa dibujó su rostro de satisfacción. En medio de esa ruta transatlántica que volvía a tomar, por fin logró entender por qué tenía un vago recuerdo de una niña pequeña que jugaba con él: su hermana Ellizabeth.

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