Opinión

Contra el arroz con pollo

Por: Mauricio Silva Guzmán

O prohíben el arroz con pollo en Colombia o este pueblo infeliz conocerá el verdadero infierno (que no es Melgar).

O prohíben el arroz con pollo en Colombia o este pueblo infeliz conocerá el verdadero infierno (que no es Melgar).

Ya es hora de levantar vuelo y organizar una campaña que básicamente rece así: “Salvemos a Colombia del arroz con pollo”. Es ahora o nunca.

¿O es que el Ministro de Protección Social y el Instituto Nacional de Salud no se han dado cuenta del holocausto?

A ver, señor ministro y directores de las autoridades competentes: el arroz con pollo, con sus pedazos de transgénico pasado, con sus cueros amarillos, con sus cubitos de zanahoria, con sus deditos de habichuela, con sus generosos gotones de salsa de tomate coagulada —y de vez en cuando un par de salchichas igual de pasadas—, está acabando con la poca gente decente que queda en el país.

Digámoslo claro: el arroz con pollo envía más colombianos a los hospitales que la mismísima guerrilla.
Solo por encender la alerta de la gallina azul (y no apunto a la campaña de mi club Los Millonarios), veamos los más recientes y podridos ejemplos de peligrosas celebraciones escolares:

1. “138 niños resultaron intoxicados con arroz con pollo en La Tebaida (Quindío). Habían asistido a una novena programada por la Junta de Acción Comunal del barrio El Pízamo”.

2. “Cuarenta niños entre los dos y seis años de edad ingresaron a la urgencia del Hospital Niño Jesús de Barranquilla, tras presentar una intoxicación alimenticia provocada por un arroz de pollo. Era el refrigerio suministrado por el Programa Municipal de Alimentación Escolar”.

3. “Unas quinientas personas, en su mayoría escolares, se intoxicaron con el almuerzo que se sirvió en una fiesta celebrada en el Instituto Nacional Mixto de Piendamó. Arroz con pollo fue el alimento que consumieron los estudiantes”.

Y así podríamos seguir con esta macabra bitácora de epidemia grano-aviar que, como ven, anualmente la patrocina el mismísimo Estado.

Sin embargo, el colmo de los colmos, el atropello mayor, el veneno servido en plato por el mismísimo gobierno, sucedió el pasado jueves 22 de septiembre cuando los hermanos Nule (sí, los mismos de la 26) no pudieron comparecer ante un juez para dar inicio al juicio en su contra por el delito de cohecho en el denominado ‘Carrusel de contratación’.

¿Qué pasó? Una vez más el arma letal disfrazada de alimento actuó. Los polémicos empresarios se excusaron bajo el argumento de que habían sufrido una intoxicación por cuenta de un arroz con pollo, al parecer, descompuesto.

¿Quién está detrás de esto? ¿Cuál es la mano negra que quiere silenciar a los Nule? ¿Qué clase de insensible cocinero tiene el Inpec? ¡Qué inseguridad!

Pero para no prohibir las fiestas de cumpleaños, los ágapes escolares, los talleres educativos, las izadas de bandera, las primeras comuniones —que son el caldo de cultivo de este cianuro compuesto por cereal y ave— y la inhumana comida de las cárceles criollas para presos especiales, deberíamos ya, pero ya, organizarnos y tratar de sacar adelante una ley en el Congreso que acabe de una vez por todas con el arroz con pollo: “Salvemos a Colombia y digamos no al arroz con pollo”.

Por favor, señor ministro, estamos hablando del producto que, según un informe de hace un año del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima), es el causante de la mayor cantidad de intoxicados en este país —después del jugo de papaya, claro está—. De hecho, lo del jugo de papaya es entendible a la luz de la economía de hogar, ya que corresponde a un errado concepto de ahorro, si se tiene en cuenta que la gente, cuando ve que la papaya ya se pudrió, le da por hacer jugo para no desperdiciarla.

Pero lo del arroz con pollo… ¡Por favor!, es en realidad un acto criminal, oscuro y arribista (en el que claramente estaba implicado el gobierno de Uribe), que solo busca darle un falso estatus ‘cachetoso’ a un tierno e inocente evento infantil y popular (incluso para los reclusos de cuello blanco). ¡Canallas!
Un atentado a la gastronomía criolla, además. ¿O acaso el arroz con pollo criollo no es el hijo degenerado de la paella? ¡Asesinos!

¡Atención, Colombia!, estamos frente a un nuevo opio del pueblo, que ya deberíamos señalarlo con nombre propio: “El pío del pueblo”. Estamos frente a una epidemia más poderosa que la AH1N1, que las agresiones del Bolillo, que los torcidos de AIS.

Y pregunto: ¿este es el país que queremos para nuestros niños, víctimas de dolores de cabeza, vómitos y diarreas? ¿El mal estado del pollo seguirá tapando el hedor de este mal Estado? ¿Permitiremos se siga celebrando, así como así, ese inmoral concubinato entre Fenavi y Fedearroz?

Si usted está conmigo, es fácil, inscriba su nombre en www.noalarrozconpollo.com y hagamos de este país un hermoso lugar lleno de paz, amor y papa.
Sí, eso, consuma papa con carne.

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