Historias

Yo era vecino de Carlos Castaño

Por: Gerardo Torres

Carlos Castaño y su vida de niño

Carlos Castaño, su familia y yo nos criamos en Amalfi, un pueblo de Antioquia. Yo tenía 10 años y él 12 cuando hicimos quinto de primaria en la Escuela Urbana de Varones. Él, al igual que sus 11 hermanos, era campesino y se caracterizaba por el hablado montañero. (Yo estudié con Pablo Escobar)

Me acuerdo que el padre era un tipo muy temperamental, se ponía rabioso por cualquier cosa. Y cuando no estaba en la finca se iba a jugar dominó a Zulia, la cafetería del pueblo donde todos se reunían a jugar parqués, cartas y juegos de azar. Aunque los niños tenían prohibida la entrada, Carlos se colaba y acompañaba a su papá a jugar.

En el colegio me iba bien, a Carlos no tanto. A él lo único que le importaba y a lo que le dedicaba toda su energía era a las competencias físicas. Cada tanto se organizaban fiestas patronales y en el colegio se realizaban carreras de atletismo. Carlos siempre ganaba. Su truco era correr descalzo. Decía que se quitaba los zapatos para que los pies le pesaran menos. Era gordo y tenía mucha fuerza. Los Castaño vivían en una finca, a dos horas y media de Amalfi.

A veces invitaba a varios compañeros de esa época, incluido yo porque vivía muy cerca, y el recorrido desde el colegio era muy complicado. Nos tocaba trepar por caminos de herradura, pantanosos, llenos de piedras y canalones, subidas y bajadas resbalosas. Creo que eso le ayudó a volverse un buen caminante y trotador. También le gustaba mucho nadar, siempre nos invitaba a hacer carreras en el río Porce. (Yo trabajé con David Murcia antes de DMG)

Los fines de semana ayudaba a su familia en la finca a recoger el ganado, ordeñarlo, traer el revuelto (yuca y plátano) y recoger la leña para la cocina. Y cuando se quedaba en el pueblo asistía a misa de nueve de la mañana. Era un niño muy creyente, cumplía con los actos religiosos como buen católico. De hecho, las únicas materias en las que le iba bien eran Religión y Educación Física. Aunque acompañaba a su papá a casi todas sus reuniones con amigos, Carlos nunca fumó ni bebió alcohol.

En Amalfi, en esa época, los niños empezaban con los vicios desde muy pequeños. No hablaba mucho y pocas veces lo vi respondiendo con malas palabras. A mí me sorprendía ver lo atento que era con sus papás, sus hermanos y sus amigos más cercanos, los únicos que invitaba a dormir a su finca.

Después de un tiempo, las cosas cambiaron. Carlos se hizo hombre, se alejó de la gente del pueblo y mantuvo contacto con unos pocos. Creo que cuando creció, quedó muy poco de Carlos Castaño, el niño que yo conocí. (Yo fui amante de Osama Bin Laden)

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