Cineasta, reportero, poeta, promotor de arte, editor, fotógrafo y publicista; entre muchos otros oficios, han hecho del argentino Ángel Beccassino un personaje para envidiar. Su fórmula para el éxito: seducción en todo lo que hace.
¿Cómo definir a Ángel Beccassino?
Es un tipo demasiado atrevido para llamarlo serio. Pero es demasiado profundo para hacerlo pasar por irreverente. Demasiado nómada para declararlo sedentario. Demasiado apegado para calificarlo de errabundo. Lleva demasiado tiempo en este país para no sentirlo como uno de los nuestros. Y de los mejores, además. Pero Beccassino también es argentino, venezolano, de India, de cualquier parte…
Es publicista, sí, pero también periodista. Pintor, sí, pero también escritor. Fotógrafo, sí, pero también músico. Y a eso agréguenle cien oficios más: cineasta, reportero, poeta, promotor de arte, editor de libros y revistas, pensador… su hoja de vida es tan larga y variada que sólo un nombre podría cobijar semejante variedad de proyectos: Centro de Posibilidades. Bajo ese nombre hace realidad discos, libros y revistas que a cualquiera le parecería imposible.
Tiene 53 años —aparenta a lo sumo 45—, dos hijos (“Luca, 5 años, que vive con su mamá en Barcelona y pasa unos tres o cuatro meses al año conmigo, y Luciana, 3 años, que vive conmigo y su mamá”). Su estado civil es “eso que llaman unión libre y que para mí es la única unión que produce el amor, y la única unión sensata en todos los sentidos que quieras repasar o imaginar”.
Palabra, tacto, sonido, olores, imagen… Beccassino ha utilizado todos los medios posibles para seducir a su público, ya sea a través de una pieza publicitaria que recibe un público masivo o de la más escondida de las imágenes del más desconocido de sus libros. Es una persona muy indicada para hablar de seducción.
Como en el cuadro de Gauguin, ¿quién es, de dónde viene, para adónde va?
Aprendí a crecer en la Patagonia, sobre el mar, cerca de los lobos marinos y las ballenas, mucha soledad, mucho viento. Un día subí a una avioneta y vi desde arriba el lugar donde vivía, ahí comprendí que el mundo era abarcable por tu mirada si sabías cómo mirarlo. Después comprendí que la vida es algo que corre, que fluye, y que si uno se detiene se muere de alguna de las infinitas formas en que uno se puede morir, aun creyendo que no, lo cual me llevó a no detenerme ni en la idea ni en la jugada. Y me llevó a la acción natural de sembrar ese conocimiento. Aquí estoy. En el kilometraje recorrido fueron quedando imágenes, sonidos, olores, sensaciones, construcciones, libros, discos, películas, exposiciones, relaciones, acciones, escándalos; todo eso.
¿Por qué cambió ese paisaje abierto y marino por el de una ciudad como Bogotá, rodeada de montañas?
En un principio, por novelería, altas y bajas pasiones varias. Después, porque descubrí en la aspereza de su cotidianidad, complicidades y posibilidades ideales para mis ganas de comprender.
¿Le gustaría regresar a esa Patagonia que tanto añora?
La nostalgia es el desierto, de allá, de África, de Guajira. Vuelvo cada vez que puedo. Hace un par de meses estuve con mis hijitos en el Sahara, en el sur de Marruecos, no lejos del mar. Otra textura, pero es la vivencia aquella de la Patagonia.
Para usted, ¿qué es la seducción?
Un impulso. Una tensión que te impulsa, y que la puedes reprimir u obedecer.
¿Cuál fue su primera experiencia como seductor?
Una mañana de verano, en la Patagonia, 4 años yo, 5 ó 6 ella, trapecista de un circo pobre que había llegado a mi pueblo. Su papá era mago. Y ella era magia flotando en la barrita del trapecio. Ahí comprendí, sin darme cuenta cómo, que la mirada abre la puerta que cierra los encuentros.
¿Y como seducido?
El mismo momento, aun cuando demoré años en ser consciente. Comprendí que cuando a uno le nace el seducir, es porque al otro ser le ocurre lo mismo. Si no es así, no hay seducción. Es decir, para que haya seducción siempre tiene que haber dos, uno que llama aun sin que sea evidente, y otro que también llama, bajo la forma de obedecer el llamado y empezar a desplegar sus gracias ante ese llamado. Uno cree que eso es algo que arma, pero no, simplemente es algo que surge.
¿Tiene guardada alguna fantasía erótica que nunca haya podido hacer realidad?
Sí.
¿Es inconfesable? ¿Realizable?
Sospecho que llegará el momento, el lugar, la hora…
De todos los oficios que usted ha practicado, ¿cuál lo seduce más?
Navegar.
¿Y cuál es el más efectivo para seducir?
Navegar.
¿Prefiere navegar en el mar o en la tranquilidad de un lago?
El mar, siempre.
¿Alguna vez se ha dejado tentar por algún deporte extremo?
Me descolgué por la ladera rocosa de un volcán en la Isla de Pascua y algunas montañas de otros lugares; pero no como deporte sino como un impulso un poco suicida, a mano desnuda, así como cayéndole al destino, a ver qué.
Usted, que trabaja la imagen y la palabra, ¿seduce más con la segunda o cree que una imagen vale más que mil palabras?
Lo que más seduce, cuando ese llamado está en el aire, es la piel. Tocar, con la piel o con los ojos, que son la expresión suprema de la piel. Y también con las palabras, cuando juegan como esa otra piel, la de tu interior “invisible mas no imperceptible”. Siento que una caricia seduce más que mil palabras que no acaricien.
¿Cómo percibe usted esa piel de los colombianos a los que intenta seducir como escritor, fotógrafo, músico, publicista?
Como un ciego. Con escozor en la punta de los dedos.
En el tema de la seducción, ¿qué porcentaje es inspiración y cuál transpiración?
Eso no responde a una fórmula. En cada caso cambia. Pero siempre, la gran protagonista de la seducción es la inspiración. La transpiración tiene que ver con no entregarse a la dificultad.
Usted ha realizado gran cantidad de libros y discos experimentales. ¿Son proyectos que surgen de manera espontánea u obedecen a una idea que usted trabaja y planea con anticipación?
En algún momento los imagino, los intuyo. Después hago lo posible por ver si en la realidad se comportan como los imaginé. Y en este proceso no me opongo a los accidentes, a los cambios de ruta.
Como publicista, ¿ha podido ejercer su oficio de seductor?
La publicidad es seducción o es barbarie. En mi caso, salvo alguna concesión, siempre ha sido seducción.
¿Cómo seducir en un mundo dominado por el miedo y la desconfianza?
Respondiendo a lo que sientes que es, y no comiendo ni del miedo ni de la desconfianza. Es decir: en esto, como en un montón de otros espacios, o vives como inmortal y conoces lo que hay para abrir en el mundo, o te cuidas como un avaro.
¿A usted lo seduce el poder?
Nietzsche hablaba del poder de controlar y el poder de crear. El poder de crear me seduce.
¿Le gusta o le interesa seducir a los poderosos?
Me gustan esas situaciones donde el viento viene de un lado y uno coloca la vela de tal manera que ese viento deja de jugar como pretendía, y pasa a jugar como uno propone.
¿Qué lo sedujo, y lo seduce, de Colombia?
Lo efímero. Lo liviano que es lo denso en este territorio.
¿De qué manera podría emplearse la seducción y el erotismo para enderezar un país como Colombia?
De manera natural. Haciéndolo. Tentando al país desde esos lugares. Colombia es un p