“Mi hija de 20 años en una entrevista dijo que veía el trabajo sexual como una opción más”, contó Fidelia Suarez, una madre que haría cualquier cosa por sus tres hijos
Por: Fidelia Suárez, trabajadora sexual
Tengo tres hijos y me dedico al trabajo sexual desde hace 32 años. Siempre me he sentido muy orgullosa de mi trabajo, si muero mañana y reencarno en otro ser, volvería a ser trabajadora sexual. Gracias a él, he logrado todo lo que soy, una mujer que habla a ‘calzón quitao’, que es transparente y lucha por los derechos humanos.
Desde el principio les dije a mis hijos que era prostituta para que ninguna persona con su doble intención los hiciera sentir estigmatizados o discriminados. Para nosotras como trabajadoras sexuales siempre ha sido muy difícil enfrentarnos al hostigamiento y persecución de la doble moral de la sociedad, que nos utiliza y nos juzga, en compañía de los entes gubernamentales que utilizan la fuerza pública para maltratarnos. Por eso, lucho para que el trabajo más antiguo del mundo se regularice. Ninguna ley en el continente dice que ser prostituta sea ilegal.
En mi día a día manejo diferentes horarios, puedo salir de 8:00 a. m. a 2:00 p. m., o también de 2:00 p. m. a 10:00 p. m. o incluso puedo hacerlo todo el día. Cuando mis hijos eran pequeños y, de hecho les pasa a algunas de mis compañeras, la renta de las guarderías o instituciones de protección eran y siguen siendo muy caras. Así que cuando no teníamos quien los cuidara, nos veíamos obligadas a apoyarnos entre nosotras y variábamos nuestros horarios.
Desmiento la frase ‘la que parió no es la madre’, ¡claro que es la madre! La que parió siempre es la madre, es a quien le dolerá todo lo que le sucederá a sus hijos. Soy buena madre, he hecho todo lo que me ha correspondido; les di educación, vivienda y un lugar digno para vivir. Uno de ellos es biólogo y lo logró a través del programa del gobierno Ser pilo paga. Además, mi hija en una entrevista dijo que se iba a dedicar a lo mismo que yo, al trabajo sexual. Yo los formé para ser seres libres, para que puedan elegir y se dediquen a los que ellos quieran, sin sentir ninguna presión.
Lo difícil de este mundo es la incomprensión del ser humano desde la sociedad que nos rodea, porque le cuesta aceptar lo que eres, cuestiona tus decisiones, no te deja ser libre y se interpone en tu autonomía. A mi hija, si finalmente elige seguir este camino, le brindaré mi apoyo, le mostraré lo bueno y lo malo. Ella y mis dos hijos varones a estas alturas, ven mi profesión como una opción más de trabajo.
Siempre he respetado lo de ellos para que también respeten lo mío. Nuestra misión como trabajadoras sexuales es hacerles entender a nuestros retoños que ser prostituta es un trabajo más que no delimita las exigencias que debemos tener como madre. En Colombia tenemos una ventaja y es que nuestros hijos pueden ingresar a cualquier colegio, incluso nosotras lo podemos hacer, en cambio en otros países no es posible.
En las instituciones educativas tuve que hacer un proceso de sensibilización para que el docente entendiera que ser un trabajador sexual no nos hace diferentes. El trabajo queda donde prestamos los servicios, sea en una calle o parque alcanzando al cliente o en una residencia o establecimiento, que no tiene nada que ver con la vida que llevamos personalmente en nuestros hogares y mucho menos con nuestros hijos.
Invito a todo aquel trabajador sexual que tiene a sus hijos como responsabilidad por X o Y razón, a que jamás deje a sus hijos desprotegidos. A que los cuiden, los protejan, estén siempre pendientes de ellos y supervisarlos para no perder el afecto familiar y concientizarlos, de que lo nuestro es un trabajo que no los hace diferentes y que por ningún motivo, otra persona venga a cambiarles sus pensamientos y su poder del corazón —como madre e hijo—.