Échele ojo a esta pequeña guía para que use su teléfono con altura y no quede como un maleducado por andar chateando cuando no debe o poniendo fotos que lo dejan en evidencia. Porque a veces nuestros teléfonos se pasan de inteligentes y nosotros, de brutos e imprudentes.
Adivinó usted lo elemental: hay que poner en silencio el celular. Si le es inevitable contestar, sálgase de la sala. Chatear es aceptable por menos de un minuto y a lo sumo dos veces en media hora. Si es usted el que está de duelo, recibirá montones de pésames que le darán valor, pero trate de estar cerca de los que están presentes. Nada como un abrazo de carne y hueso. Aunque muchos crean lo contrario, los muertos no van a Facebook.
Esos que llamamos “momentos Kodak” quedan para siempre en nuestra memoria, pero no sea el pesadote que sube fotos a las 3:00 a.m. y manda a sus amigos directamente del anonimato al desprestigio. Ningún aparato es tan inteligente como un ser humano con sus cinco sentidos para registrar lo vivido. Deje de pensar que si no está en Instagram o en Facebook no pasó. Algunos de los momentos más placenteros de nuestras vidas no son registrables.
Hablar no está mal visto, pero mantenga cierto tono (utilice audífonos para evitar el efecto como-no-oigo-grito). El mundo no es un pañuelo, el mundo es un supermercado: puede que cuando esté a punto de soltarle detalles a su amigo de la noche con Perencejita, se la tope a ella con una prueba de embarazo en la mano.
No socialice en una mesa lo que socializa en las redes sociales. A la hora de comer, los celulares no caben y pueden dañar hasta el mejor banquete (en la cama pasa lo mismo, pero con otros apetitos). Si tiene una llamada de trabajo importante y, ojo, imprevista, discúlpese y párese de la mesa, pero, sobre todo, no sea el subnormal que quiere mostrar el video chistosísimo de gente vomitando.
Cuando se cita a una reunión es básicamente porque la presencia de los participantes es indispensable y no se suple con cadenas de mails, chats o llamadas (o sea, nunca son indispensables, pero a la gente le gusta hacer reuniones, qué le hacemos). Trate de no sacar el celular y oiga dos minutos al que está hablando para poder irse a perder el tiempo en paz y a solas.
Hablar por celular mientras conduce un carro es catastrófico y chatear es mortal (casi tan idiota como esas viejas que quieren sacarse un ojo con la pestañina). Use el manoslibres como un homo sapiens: sin ocupar las manos para sostener el manos libres.
Piense dos veces antes de esconderse detrás de la pantalla para demostrarle a todo el bar que no está solo, porque esperar cinco minutos a que llegue su amigo lo hace sentir como un champiñón. Si de popularidad se trata, nadie es más perdedor que alguien consumido en su celular en la barra de un bar: puede perderse de hablar con un(a) bartender, quizá lo seres humanos con mejor conversación después de las putas.
Ya en la intimidad de su casa, haga lo que le dé la gana, pero piense siempre de lo que se pierde con sus hijos, por ejemplo, por andar hablando por celular. En esas escasas horas que pasa en su casa podría estar regañándolos por estar pegados al aparato o, mejor, con su mujer en la cama haciendo videos con el celular como Mathieu Valbuena (regla de oro: borrar dichos videos o abstenerse de tener amigos como Benzema).
Para quienes combinan el plan escatológico con el cotilleo amistoso telefónico, es pertinente poner en silencio el auricular para que los estertores de dicha actividad no inunden de pánico al interlocutor. También hay que buscarle un lugar seguro al celular para que no caiga al agua nauseabunda.