Por más increíble que suene, todas las grandes compañías ya tienen listo su prototipo de vehículo autónomo. ¿Qué falta para ver por las calles autos manejados por un computador?
Así como hubo épocas en las que la misión era construir el más completo, el más grande o el más seguro, hoy la lucha —promovida por los gigantescos avances tecnológicos— es por poner en las calles un carro que se maneje solo.
En países como Estados Unidos y en gran parte de Europa se está volviendo cada vez más común ver carros que tienen diferentes niveles de autonomía: desde los que ya tienen un completo sistema de piloto automático, como el poderosísimo Tesla, del magnate tecnológico Elon Musk, hasta los que prometen dejar a los usuarios adelantar una presentación de trabajo sin tener que tocar el timón. Asociados con empresas tecnológicas o desarrollando softwares propios, los fabricantes alardean mostrando sus nuevos conceptos y es esta la nueva atracción en los grandes salones del automóvil en el mundo.
Estos vehículos prometen causar una revolución de movilidad en el planeta, que va desde reducir la polución hasta optimizar el tiempo que uno se gasta en ir de un lado a otro. Hay, también, prototipos que promueven el uso de carro compartido en los que el vehículo funcione como una sala móvil —como la cabina de un tren— donde varias personas, así no se conozcan, pueden compartir para ahorrar costos.
Además, nuevos softwares están siendo utilizados para que modelos que hoy necesitan conductor puedan prescindir de ellos. Uber, por ejemplo, ya tiene carros totalmente autónomos rodando por las calles de 10 ciudades de Estados Unidos gracias a un programa desarrollado por la compañía. El servicio, que está en etapa piloto, cuenta con el respaldo de los gobiernos locales y usa radares, sensores, cámaras y hasta láseres que garantizan la conducción segura del vehículo.
Entonces: si están la tecnología y la mano de obra, ¿qué falta? El tema es muy complejo, no solo por cuestiones legales sino por las enormes implicaciones que están en juego para que este avance en la industria automotriz sea exitoso. Estas son algunas de las preguntas que deben ser resueltas primero.
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¿Tendrá sentido comprar carro?
En los próximos años la movilidad se verá más como un servicio y será común tener aplicaciones y empresas que ofrezcan la posibilidad de pedir un carro autónomo con las especificaciones que uno quiera —tamaño, tiempo de uso, cupos necesitados— y llegue en minutos a donde uno lo necesita. Se desempeñaría como una especie de Uber pero con mayor personalización y, seguramente, con un costo distinto que podría funcionar por medio de suscripciones mensuales o anuales.
Esto reducirá notablemente la adquisición de carros, pero la opción de comprar seguirá pisando fuerte: mientras que los millennials y las futuras generaciones cada vez necesitan menos de un carro, habrá millones de familias tradicionales que preferirán tener uno propio.
¿Se podrá seguir manejando?
Para muchos la sensación de libertad y de pasión al manejar un carro es única y jamás querrán que un robot la reemplace. Los fabricantes lo saben y, por eso, muy seguramente habrá una amplia gama de vehículos con conducción autónoma que tendrán la opción de manejo manual para que el cliente no pierda la costumbre.
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¿Todo carro autónomo será eléctrico?
Para nada. El reto de tener una flota totalmente eléctrica es un proyecto igual o más ambicioso que el de contar con una referencia autónoma. Se estima que en Europa, para 2025, casi 40 % de los carros producidos tendrán un componente eléctrico, ya sea híbridos o totalmente eléctricos. Y aunque ya se ven rodando por las calles versiones eléctricas, la mayoría de los fabricantes les siguen apostando fuertemente a los carros de gasolina común y corriente.
Esto, necesariamente, tendrá que cambiar cuando bajen los costos de los eléctricos. Por eso no sería raro ver carros que se dirijan, por sí mismos, a las estaciones de gasolina. Eso sí, lo ideal, a largo plazo, será la combinación eléctrico-autónomo.
¿Qué pasará con los accidentes?
Muchos estudios han encontrado que la principal causa de accidentes de tránsito es el error humano y que estas cifras se elevan hasta el 93% de las veces. ¿Qué pasa entonces cuando se elimina el factor humano? La tendencia y la lógica indicarían que los choques y los atropellos necesariamente se reducirían de forma abismal. Piénselo de esta manera: no más personas chateando mientras manejan, nada de manejar con tragos encima y no más imprudencias al volante. El rango de accidentes bajaría, aunque primero habría que adecuar las calles para carros autónomos.
¿Cómo serán las normas de tránsito?
Esto dependerá de cada país y de qué tan avanzado esté con relación a estos vehículos. Hoy la mayoría exige que, aunque el carro tenga poder autónomo, sí o sí tenga un ocupante con la capacidad de manejarlo. Seguramente, a medida que avance la tecnología y se desplieguen más modelos, las reglas de tránsito se modificarán. Esto es algo que puede tardar décadas.
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¿Podrán los hackers vulnerar el sistema?
Esta es una de las preocupaciones más importantes que tienen las marcas cuando fabrican un software para sus vehículos autónomos. Un carro de estas condiciones tiene más códigos, más unidades, más conexiones inalámbricas… todo se vuelve más vulnerables para que los hackers puedan usarlo y hacer cosas que van desde estrellar el carro hasta robarle datos privados al dueño. Por eso el tema de la seguridad es crítico en el momento de construir los vehículos y cada fabricante, necesariamente, debería contar con constantes actualizaciones de su sistema operativo, como ocurre en la actualidad cada vez que su celular o computador le pide un reinicio para que trabaje mejor.