En SoHo queremos recordar dos hitos de la filmografía del director italiano, que reafirman su obsesión y adicción al sexo desde la perspectiva del poder. Un tema más que pertinente y de actualidad que podría relacionarse con los excesos de los poderosos y los escándalos sexuales en la era Trump.
Si la manera en que nos nombran al nacer conlleva alguna predestinación, al italiano Giovanni Tintoretto Brass (1933) sólo le quedaban dos caminos: devolverse en el tiempo para estudiar el cuerpo humano desde el contexto renacentista, o hacer cine erótico y softcore. Tinto Brass es voyerista por elección y adicto al sexo por vocación; su obsesión no son solo culos, tetas, falos y vaginas, sino todas las formas posibles de experimentar los límites del deseo y la sexualidad en la pantalla, y de paso, cuestionar tanto las regulaciones sociales —entre lo público y lo privado—, como dilatar los límites entre lo erótico y lo pornográfico.
Teresa Ann Savoy (1955-2017)
De ahí que gran parte de sus proyectos cinematográficos partieran de la novela escrita y del reto que propone, ponerle rostro, sudor y carne a sus historias. Son precisamente actores complejos —muchos de ellos vinculados a la escuela del Neorrealismo Italiano y a la producción cinematográfica de directores de culto como Luchino Visconti—, los que personifican las fantasías de Brass: la exhibición —literal— del cuerpo desnudo y lo que él considera la estructura del deseo femenino. Las actrices de Brass no son seleccionadas al azar; divas y musas en la pantalla se convierten en un solo objeto del deseo que toma forma en lo heterogéneo de sus cuerpos: Teresa Ann Savoy, la inocente rubia con imagen adolescente, la sagacidad voluptuosa de Deborah Caprioglio (Paprika, 1991) o la seducción intimidante de Helen Mirren, entre muchas otras.
Helen Mirren (1945)
Dentro de los posibles espectros de lo erótico y de las etapas que definen su filmografía, la producción realizada por Brass en los años setentas se encuentra al filo de la sátira política. Su interés en las estructuras de poder, la tiranía, la conformación del estado nación y la doble moral de una sociedad enferma se presentan como excusa para revisitar la historia y narrarla, desde otras voces no tradicionales: la de la carne, la irracionalidad y lo instintivo.
Salón Kitty (1975)
“La luz cálida de una lámpara, un juego de reflejos: en el espejo una mujer se coloca una media hasta la altura del muslo con una liga roja y una esvástica. Un oficial Nazi la observa, le ordena que vaya a la cama mientras proyecta sobre su cuerpo semidesnudo un discurso Hitler. El oficial se acerca, le entrega un dildo monumental que la mujer observa. Sin embargo, el dildo no es para ella…”
Raza aria, perversión del poder y depravación; el contexto del III Reich lo tiene todo para obsesionar a Brass. La película está basada en la novela de Peter Norden (1970) sobre el Salón Kitty, burdel donde la SS —Servicio de Inteligencia de la Alemania Nazi— realiza actividades de espionaje al reemplazar prostitutas polacas por espías alemanas simpatizantes del régimen nacionalsocialista. Protagonizada por el controversial Helmut Berger y Teresa Ann Savoy, la película es una oda a la sumisión tanto sexual como la propia del régimen militar.
Calígula (1979)
“Caligula recorre con Tiberio el Palacio Imperial mientras hablan de poder. Alrededor, orgías de cuerpos sin principio ni final. Hombres y mujeres que se masturban observando. Sofisticadas máquinas artesanales que dan placer y que potencialmente, también torturan.”
Protagonizada por Peter O‘Toole, Helen Mirren y Malcolm McDowell, quien interpreta al emperador romano Calígula; —sí, el mismo, el actor de La Naranja Mecánica, pelicula de culto, hace porno en esta cinta, y otras cosas más que usted ni se imagina— basada en el guión de Gore Vidal, cuenta la asunción al trono y la era de tiranía del famoso emperador. Llena de exploraciones en todos los matices, excesos y aberraciones de la sexualidad humana, esta cinta es famosa por la censura que motivó en distintos países.
Cesonia (Helen Mirren)
Calígula y Julia Drusia (Malcolm McDowell y Teresa Ann Savoy)