'El mecanismo' es la producción que tiene con los nervios de punta a los políticos brasileños e indignada a la opinión pública de ese país. Con esta serie, Netflix sigue demostrando que la provocación es la mejor publicidad.
El problema no es que El mecanismo tenga una trama absurda. Lo verdaderamente grave es que esté basada en hechos reales. Si no fuera así, escenas tan inverosímiles como la del soborno de un alto directivo de la mayor petrolera estatal con una simple camioneta serían vapuleados por la crítica. Pero como ese hecho ocurrió de verdad, la cosa se vuelve muchos más inquietante. Aunque la primera imagen de cada capítulo advierte que se trata de una obra de ficción basada en hechos reales, la mayoría de los televidentes nunca sabe si lo que está viendo salió de la imaginación del guionista o efectivamente es lo que ocurre en un país carcomido por la corrupción sistemática.
La serie cuenta cómo 13 empresas poderosas crean un cartel con el objetivo de quedarse con las contrataciones más grandes del Estado. La opaca maquinaria que echan a andar con ese propósito incluye sobornos millonarios, lavado de dinero, intermediarios de dudosa reputación, políticos avaros... ¿Le suena conocido?
Eso es porque, hasta ese punto, El mecanismo se mantiene fiel a los acontecimientos detrás del gran escándalo de Odebrecht en ese país (y en el nuestro, claro). De hecho, está inspirada en el libro Lava Jato, del juez Sergio Moro, quien estuvo al frente del proceso. Por eso, aunque nunca se mencionan, tampoco hay que ser un genio para identificar en los personajes de la serie a los verdaderos, aunque tengan otros nombres.
Los personajes del expresidente Lula da Silva y de Dilma Rousseff están tan bien logrados que a pesar de que tienen nombres cambiados son inconfundibles.
Si bien Lula da Silva nunca aparece, uno sabe que ese expresidente calvo de voz ronca y barba blanca que participa en el chanchullo no puede ser otro sino él, así en el programa sea un tal João Higino. Igual ocurre con Dilma Rousseff (Janete Ruscov) o Marcelo Odebrecht (Ricardo Brecht); no hay que ser un genio.
Y aunque paralelamente corre la historia, esa sí inventada, de unos investigadores heroicos que destapan el caso, hay muchas otras cosas que el director José Padilha (Narcos, Tropa de élite) ni siquiera se tomó la molestia de maquillar. Desde la Land Rover Evoque que le regala un lavador de dinero al presidente de Petrobrasil (Petrobras en la vida real) hasta el nombre de la operación, Lava Jato (lavado de autos), que reveló el entramado corrupto tanto en la serie como en la realidad.
Por eso, en Brasil ha causado tanto revuelo. Como anda a caballo entre lo fáctico y lo fantástico, es muy fácil terminar juzgando a las personas de carne y hueso. A tal punto que ahora parece no haber entrevista periodística sobre Odebrecht que no incluya la pregunta “¿Cómo le parece El mecanismo?”. Ha llegado a tanto que Lula y Dilma han hablado sobre la posibilidad de entablar acciones legales contra Netflix.
La respuesta de Padilha ante las amenazas no podía ser otra: “Creo que Lula y Dilma nos están ayudando mucho a promocionar la serie”, dijo recientemente. Netflix, se sabe, tiene muy claro cómo sacar provecho de los escándalos.
Aunque muchos critican que programas de televisión como este puedan estar distorsionando la historia sin darle el tiempo suficiente a los hechos para decantarse, lo cierto es que entre el gran público estos debates no parecen importar mucho, si nos atenemos a los ratings.
Roberto Ibrahim (centro) está inspirado en Alberto Youssef, un cambista que lavó dinero de los sobornos de Odebrecht.
Producida y rodada en Brasil, El mecanismo es ya un fenómeno en todo el continente. Su éxito se basa no solo en que es impecable visualmente, sino también en que se ha convertido en la forma más didáctica de entender cómo opera la corrupción.
Si uno todavía no ha entendido en qué consiste Odebrecht, un monólogo en el último capítulo de la primera temporada lo explica magistralmente: “El mecanismo es algo infinito, tiene una manera de operar que se alimenta a sí misma. El poder económico y los funcionarios actúan juntos, los políticos nombran a los directores que asignan las obras siempre a los mismos contratistas. Estos cobran de más por el proyecto y devuelven parte del presupuesto a los políticos y directores en forma de soborno, el sistema se perpetúa a sí mismo...”.
Del mismo modo ha operado en Colombia por años. Por eso no son de extrañar los rumores que dicen que las próximas temporadas incluirán a nuestro país. Muchos corruptos deben estar temblando y preguntándose cómo se verán en pantalla.