Andrés Torres Médico infectólogo de la clínica del Country

Televisión

DR. House vista por un médico

Por: Andrés Torres médico infectólogo de la Clínica del Country

Andrés Torres, médico infectólogo de la Clínica del Country, dice que los casos que tratan, aunque lógicos, parecen muy rebuscados. Este es su diagnóstico de la serie.

Aunque la mayoría del tiempo estoy trabajando, cuando tengo un momento para dedicarme al ocio sigo interesado en temas médicos. Por eso, me gustan los programas de televisión sobre la materia. Entre todas las series que pasan, Dr. House es la que más he visto, porque me divierto mucho analizando sus temas de diagnóstico e investigación. Creo que los fanáticos de la serie estarán de acuerdo en que es casi un vicio ver los improbables casos que ocurren en ella.

Para empezar, está el protagonista, el doctor Gregory House, que, podría decir, es el menos convencional de todos los médicos. Sencillamente, un genio. Por eso se da el lujo de ser así: irreverente, cínico y muy agudo, tanto con sus colegas como con sus subalternos y sus pacientes. No creo que sea necesario ser médico para decir que un doctor así de tremendo es una completa rareza, aunque tenga una especialización en Nefrología y otra en Infectología, como él. Su dominio para resolver casos es como un superpoder. Creo que es inevitable ver que Dr. House es más una serie enfocada en un personaje muy particular que un programa sobre médicos para médicos. Por eso, está llena de aciertos y desaciertos por igual, aunque sus casos son siempre complejos y muy detallados.

Por un lado, están los casos sorprendentes que parecen armados como por detectives médicos. Recuerdo mucho el de una profesora judía que sufre un trastorno en la capacidad del habla llamado afasia, además de convulsiones en medio de una clase. El caso, rechazado al principio por House, pasa por una resonancia y una traqueotomía sin resultados, porque la paciente sigue padeciendo los síntomas. Luego de un análisis, House concluye que puede tratarse de vasculitis, aunque no tiene pruebas. Al final, sus sospechas son confirmadas por Eric, el neurólogo, que encuentra un jamón kosher vencido en la casa de la paciente, lo que le habría causado una neurocisticercosis, enfermedad causada por un parásito transmitido por la carne de cerdo.

También están los casos que, aunque lógicos, parecen muy rebuscados. Hay uno en la cuarta temporada en el que un hombre es atendido por un problema médico poco común: ser demasiado amable. Al principio le diagnostican síncope, pero House cree que ese no es el problema, aunque todos los médicos de su equipo no consideran que ser amable sea un síntoma de alguna enfermedad. House ordena un estudio de neurosífilis, después de realizar una inspección de la casa del paciente y descartar un diagnóstico de síndrome de Williams. El estudio da positivo y descubren que todo se debe a que el hombre había adquirido chagas, una enfermedad tropical que se da solo en América Latina. La contrajo en un viaje diez años atrás en Costa Rica. Ese inesperado remate, por más lógico que sea, me parece forzado.

Los detalles son otro aspecto que me llama mucho la atención. Me parece muy real la forma en que, ayudados de efectos especiales, muestran el funcionamiento y hasta el sonido de aparatos o sistemas del cuerpo, sanos y enfermos. Si uno pudiera meterse en un riñón o en un pulmón, creo que su funcionamiento se vería muy parecido a como lo muestran en la serie. Sin embargo, hay otros detalles que se les escapan, como a muchas otras series de médicos. Está la típica historia de la persona que necesita respiración artificial y se encuentra intubada, pero le ponen una máscara de oxígeno. Eso nunca sucede en la vida real, pues no es necesario, justamente para eso la intuban, para no ponerle oxígeno. La máscara es pura decoración de los productores. O la otra, aún más típica, del monitor que muestra el movimiento del corazón y se detiene cuando el paciente muere, lo cual tampoco pasaría en la realidad; cuando uno muere, el corazón va mermando su ritmo y uno tiene que esperar horas para que el monitor llegue a la raya y el pitido que siempre muestran.

A pesar de todo eso, me gusta ver Dr. House, y no creo que el objetivo de la serie sea otro que entretener. De hecho, es una especie de ejercicio estimulante ver los problemas que ponen, por más rebuscados que sean. Aunque su fuerte no es precisamente el tema técnico, lo que mejor ha sabido reflejar Dr. House del mundo de la medicina es el ego inflado de algunos médicos. En ese aspecto, cualquier parecido con la realidad dudo que sea mera coincidencia.

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