No ve un mundial por televisión desde el que organizaron Japón y Corea en 2002. A partir de ahí ha cubierto los demás como periodista. Y aunque muchos lo envidian, en este artículo explica por qué no es el trabajo tan soñado que la gente piensa.
Entiendo que ir a un Mundial genere envidia, pero las cosas no son tan buenas como la gente suele creer. Es decir, sí que es una maravilla ver fútbol, así como viajar, conocer, vivir la aventura, enfrentarse a otras culturas, a otra gente, estar en el centro del mundo, entrar a los estadios, a los entrenamientos y ver a cinco metros a los jugadores que toda la vida has mirado por televisión. Pero es un mes largo en el que no sabes nada de nada. ¿Una guerra? ¿Un atentado? ¿El colapso de los mercados? Nada de eso existe mientras estás en el Mundial. No me quejo, pero el punto es que o te concentras y te olvidas de lo demás, o te deja el bus.
Tanto, que no es solo que no te enteres de lo que ocurre en el resto del planeta, sino en el resto del Mundial. Cuando estás acreditado, como es mi caso, tienes acceso casi ilimitado, lo que te obliga a cubrir todo lo que tu radar alcance a captar. Encima puedes ir a un partido al día, lo que significa que las jornadas son largas, porque no se trata de ir al estadio y ya. Hay que madrugar, trasladarse de ciudad si es necesario, preparar la información, vivir el previo, ver el partido, asistir a la rueda de prensa o a la zona mixta (pasillo por donde desfilan jugadores y técnicos y en el que pueden, o no, responder preguntas) y, finalmente, hacer el informe y subirlo a internet. Esto significa que para un partido que dura dos horas tú has estado trabajando unas doce. Entonces, si en un Mundial de fútbol hay tres juegos diarios, te pierdes dos para centrarte solo en uno. De 1930 a 2002 sé mucho porque leí todo lo que de ellos podía leerse. De 2006 en adelante recuerdo nítidamente lo que vi, pero de lo demás no tengo idea. En Sudáfrica, por ejemplo, me declaro analfabeta en todo lo que respecta al memorable 4-1 entre Alemania e Inglaterra en Bloemfontein, porque ese día todos mis sentidos estaban en el Argentina-México del Soccer City. Y así podría hacer un listado de partidos de los que no tengo registro alguno. Eso sí, lo poco o mucho que recuerdo es porque estuve ahí, no porque me lo hayan contado.
Ir a cubrir mundiales implica comer mal, dormir poco e ir de un lado a otro. Y claro, conocer a las figuras que siempre has admirado.
Pero un Mundial no es solo comer mal, dormir poco, turistear menos y ver partidos como si no hubiera un mañana. También es cruzarse con cada personaje. Llegas a la sala de prensa y está Guy Roux, el hombre que dirigió al Auxerre durante 44 temporadas (récord mundial), luego volteas y pasa Ronaldo, el bueno, el brasileño campeón mundial en 2002. Y un poco más allá ves tecleando al británico Brian Glanville, leyenda viva del periodismo deportivo, que ha asistido a los mundiales desde 1958. Luego te vas a la tribuna de periodistas y está Arsène Wenger comentando para una cadena de televisión, y en el cubículo de al lado, Diego Maradona como cualquier hijo de vecino. Y todos están ahí, al alcance de la mano. Te les acercas, curioseas, les pides una foto y si están de buen humor y tienen tiempo, hablas con ellos un rato.
No sé qué vaya a pasar esta vez en Rusia, país que no conozco. A los lugares nuevos me gusta ir sin saber mucho de ellos para sorprenderme con cada cosa que encuentro. Desde febrero tengo acreditación, pasajes, alojamiento y sé a los partidos que iré, que suelen ser entre 15 y 20 por campeonato, dependiendo de las distancias y de qué tan fácil sea moverse. En primera fase estaré en Moscú y asistiré a los tres de Colombia en tren, ya después me iré moviendo de acuerdo con los enfrentamientos en rondas posteriores. Es que las distancias y las condiciones del país más grande del mundo no dan para más.
Tampoco tengo claro si este será mi último Mundial, cosa que he dicho ya en los dos pasados. Al revés, sé que es probable que quiera ir a Qatar en 2022 porque, como Rusia, es otro lugar exótico al que difícilmente iría en otras condiciones. Por lo pronto, este será mi cuarto Mundial, los mismos de Messi, y acá es donde me pongo a pensar si no seré yo la razón por la cual el argentino no ha ganado ninguno.