El autor del libro visitó varias veces la vereda Velandia (Boyacá) para hablar con Gregorio Martínez, el campesino que le regaló la cucharita a Velosa. También entrevistó, en Bogotá, al mismo Jorge Velosa, quien le dio al libro el humor y lenguaje propio del campo cundiboyacense.
José Arboleda, artista a cargo de las ilustraciones, realizó un trabajo de campo fotográfico para que el libro fuera fiel tanto a la historia como al contexto en el que todo sucedió. Fue así como cuidaron, por ejemplo, la forma y la textura de las ruanas y los sombreros, símbolos por antonomasia de la identidad y la cultura cundiboyacense. También incluyeron referentes como el toche de pecho amarillo, un pájaro muy común en la región, y el chorote de barro, usado en el ordeño y las labores de cocina diarias del campo.
Para recrear la cucharita original contaron con la asesoría de Dagoberto Martínez, el único campesino en Colombia que actualmente fabrica cucharitas de hueso con la calidad y el cuidado de antaño.
El libro tiene un costo de 34 mil pesos y se consigue en librerías del país, en el Museo Nacional de Bogotá, a través de la cuenta de Twitter de la Editorial Monigote @EditorMonigote o directamente al correo contacto@editorialmonigote.com.
La historia de La cucharita
En 1979 Jorge Velosa dirigía desde Chiquinquirá un programa radial llamado “Canta el Pueblo” al que campesinos de Boyacá y Cundinamarca enviaban coplas, cuentos, adivinanzas e historias que Velosa compartía con su audiencia. En una ocasión recibió, escrito a lápiz por un campesino llamado Gregorio Martínez, un cuento titulado “Sebastián y las princesas”. Velosa lo leyó con entusiasmo pero llegando al final ¡descubrió que al campesino se le había acabado el papel antes de poder terminarlo! Para conocer el final del cuento, decidió ir hasta la casa de Gregorio, en las montañas de Saboyá.
Germán Izquierdo nos cuenta que Gregorio y su esposa Inés le ofrecieron huevos duros a su ilustre visita. Era costumbre entre los campesino rociar la sal a los huevos con una cucharita tallada en hueso de canilla de vaca. En ese entonces las cucharitas de hueso eran consideradas un objeto de lujo pues ya eran pocos los artesanos que las elaboraban con buenos acabados. A Velosa le encantó la cucharita y terminada su visita se atrevió a pedirles que se la regalaran.