Muchos han puesto el grito en el cielo por la presencia de youtubers como Germán Garmendia en la Feria del libro. Eduardo Arias piensa diferente y dedica estas palabras en defensa de la estrella chilena de YouTube.
Para comenzar, debo decir que el pasado sábado 23 de abril formé parte del grupo de personas que maldijeron al youtuber Germán Garmendia por haber provocado la aglomeración de niños y adolescentes que hizo colapsar las instalaciones de Corferias. No tenía ni idea de quién se trataba. Jamás lo había oído mencionar. “Un youtuber… qué bajo ha caído el mundo”.
Sin embargo, cuando me puse a reflexionar con más detalle acerca del episodio, mis argumentos en contra de la presencia de este tipo de personajes en una feria del libro empezaron a flaquear. Si un youtuber lanza un libro, ¿no tiene derecho a participar en un evento en el que conviven las grandes obras maestras de la literatura universal con tratados de cálculo diferencial, historias ilustradas para niños y libros de autoayuda, sociología, humor, ciencias naturales, sudokus, viajes y pintura en porcelana?
Fueron tantos los epítetos despectivos que escuché a lo largo de la tarde y la noche acerca de Germán por parte de diversos integrantes de la intelectualidad bibliocrática, que imaginé que se trataba de un mal elemento, de “una mala influencia para niños, niñas y jóvenes”, de un depravado que se dedica a promover los antivalores. O, peor aún, de una mezcla de teletubi con Paulo Coelho que ha montado un show de emoticones, TQMs y episodios en los que se pone pantuflas mientras les dice a sus seguidores algo tipo Desiderata como “esfuérzate por ser feliz”.
Para saber qué clase de tipo era el tal Germán, el domingo entré muy prevenido al portal Hola soy Germán. Resultó ser un joven chileno de 25 años y, para mi sorpresa, me gustó. Y bastante. Histriónico, carismático, Germán Garmendia cuenta historias muy sencillas y tontas pero con gran eficacia. Encontré una gran habilidad para aprovechar al máximo los muy pocos recursos técnicos de los que dispone para darle ritmo a sus presentaciones. Maneja con gran maestría el arte del montaje. Es ingenioso para insertar fragmentos musicales. Es un muy buen comediante y sigo preguntándome: ¿cuál es el pecado de Germán Garmendia? ¿Tener más de 27 millones de seguidores en su canal de Youtube, es decir, el equivalente a la población de Bogotá multiplicada por tres? ¿O su pecado es ser un joven talentoso del siglo XXI que en vez de escribir poesía o novelas ha sabido conectarse con el mundo hispanoparlante a través de una herramienta tecnológica?
Y si el pecado de Germán Garmendia es decir pendejadas en vez de “To be or not to be”, pues apague y vámonos, porque el arte supremo de las tan alabadas y admiradas series Seinfield, Friends y The Big Bang Theory consiste precisamente en su capacidad para hacernos reír una y otra vez a partir de alguna insignificante idiotez de la vida cotidiana.
Ah, que por su culpa el sábado 23 de abril colapsó el recinto ferial. ¿Entonces su pecado es convocar más gente que cualquier escritor, por más premio Nobel que este sea? ¿O su pecado es simple y llanamente ser un youtuber? Lo anterior me lo pregunto porque no recuerdo haber visto a nadie quejarse cuando Roberto Gómez Bolaños hizo colapsar la Feria del Libro de 2007 porque miles de personas querían que Chespirito les autografiara una biografía que acababa de publicar. “Ah, es que es diferente”. Claro. Criticar a Roberto Gómez Bolaños sería muy políticamente incorrecto. Pero las hordas que fueron por un autógrafo de Chespirito son tan ajenas al mundo y al negocio del libro como lo son los fans de Germán. ¿Y si el colapso lo provocara el papa si le diera por venir a la Feria a firmar su libro de Tweets? ¿O si Pepe Mujica...? “Ah, sería muy diferente”.
El problema del pasado sábado 23, que ya se ha presentado en varias ocasiones, se resolverá cuando los organizadores del evento determinen que estos personajes con un inmenso poder de convocatoria hagan sus actos dentro del marco del evento pero por fuera del recinto de Corferias. Es decir, que firmen libros y atiendan a sus fanáticos en el Coliseo El Campín o en el Palacio de los Deportes.
Y mientras los cultos e inteligentes se siguen desgarrando las vestiduras por el infame atropello del youtuber austral al sacrosanto Olimpo del libro, yo seguiré riéndome con sus tontas ocurrencias y su muy brillante manera de contarlas. #JeSuisGerman!