Algunos hombres creen que la sensibilidad es una virtud. Sin embargo, María José Martínez tiene muchas razones para no salir con un hombre hipersensible.
Estoy segura de que cuando le preguntan a una mujer cuáles son las características de un hombre ideal, en algún lugar de la lista aparece la sensibilidad. Para nosotras es fundamental que un tipo sea divertido e inteligente; otras querrán uno más guapo o rico; y las más soñadoras, que sea rico, guapo, fiel y que la mamá viva en Australia o esté disfrutando de la gloria del Señor. Pero todas queremos que sea sensible.
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¿Se acuerdan de la película Al diablo con el diablo, cuando Brendan Fraser le dice a Liz Hurley que quiere ser el hombre más sensible de la Tierra para poder estar con la mujer de sus sueños? Pues esta quería a un hombre sensible. Si no la vieron, se las recomiendo para un domingo tonto y relajado. Si la vieron, ya saben cuál fue el resultado y, bueno, es lo que pasa cuando el hombre se para en la raya de la sensibilidad y pone uno de sus deditos del pie, o ya el pie por completo, en el empalagoso y exclusivo lado femenino de la sensibilidad.
Antes de que me tilden de machista, retrógrada o poco espiritual, quiero decirles que sí estoy convencida de que hay roles en las relaciones de parejas entre hombres y mujeres, roles naturales, biológicos y hasta obvios. Cualquier mujer en sus seis sentidos sabe que quiere un hombre que la represente y la proteja, que sepa que las llantas del carro están lisas, que le guste más cuando se sienta pasada de kilos, con el culo del tamaño de Pekín, que se coma feliz lo que le ponga delante, y no otra niña en el hogar que se fije si tiene horquilla, si le salió celulitis y que joda por la comida. Como dice un amigo gay: los hombres se dividen en dos: los que se untan y los que no se untan. Uno tiene que salir con el que se unta.
Los hombres sensibles son terriblemente encantadores, eso lo sabemos las que hemos dado con alguno así. Al principio uno siente que encontró su alma gemela: se sabe todo el CD de Maroon 5, van a ver chick flicks, le oye los rollos con las amigas y se derrite con cada perrito de la calle… y con cada bebé, y eso hace pensar en el enorme potencial que tiene como padre… ¡Y, sobre todo, es un hombre que se quiere comprometer! Todas sabemos lo difícil que es eso. El tipo quiere casarse, tener hijos, perro y pelota. El combo completo.
Uno piensa “ah, qué maravilla”, un hombre en contacto con su lado femenino es un hombre evolucionado, y hasta cierto punto lo es. Los hombres que no le temen a ser vulnerables se entregan de pe a pa, se juegan el todo por el todo y creen en el “amortttt”.
Pero hay un delgado límite, una raya seminvisible, como las medias Tall superveladas… Este tipo de hombre, si bien se cree muy macho, empezará a tener actitudes y ademanes de hembra que lo dejarán a uno en un estado de confusión en el que se pregunta si está loca o quién es la mujer de la relación. Por ejemplo, tienen una discusión en la sala, nada grave, y usted, para no aumentar la cosa, se va al cuarto a ver televisión, y él se queda en la sala haciendo pucheros media hora porque usted se levantó sin más y lo dejó solito. Se dará cuenta cuando oiga la voz desde la sala que dice: “¿No te has dado cuenta de que no fui contigo? ¿No me pensabas llamar?”. El hombre demasiado sensible es un niño.
Además, suelen ser celosos y posesivos; preguntarán cosas tipo “¿por qué vibró tu teléfono a las 5:34 a.m.? ¿Por qué no me llamaste en todo el día? ¿Por qué no estabas pendiente de mí?, ¿es que no me quieres?”. Armará peleas dignas del mejor capítulo de Topacio y se pondrá a llorar incluso por una tontería, haciéndola sentir ínfima. Todas sabemos que ver a un hombre llorar para manipular es un episodio fuerte y, además, como normalmente ese llanto es un arma femenina, sabemos lo que está haciendo ¡y eso aumenta la rabia! (aunque a veces también nos puede dar risa). Luego de un rato, se le va a pasar cuando le diga lo que él quería oír. Usted queda enroscada como una culebra de la rabia y él solo dice: “Ay ya, mi amor, perdóname, es que me dieron celos porque te amo, quiero que me llames porque te amo, me puse sensible porque te amo; no te estoy celando, te estoy cuidando porque te amo”. Y la excusa para todas las pataletas es que es por amor.
Un argumento así parece difícil de rebatir. Al principio es desconcertante y halagador, pero al final usted dirá: “No me ames tanto, ámame mejor”.
Obviamente, el chico sensible quiere estar siempre con la mamá, es un mamito. Esto tiene sentido, ya que la mamá es la que lo ha hecho sentir el centro del universo, el niño más lindo, más especial, más inteligente. Por ello, él piensa que también debe ser el centro de su mundo; que si lo ama, debe dejar todo tirado por él. Si no lo hace, es porque no lo ama… ¡Ahh! Pero a este personaje a la vez la mamá le da duro, le dice que coja juicio, lo regaña porque respondió mal, le dice que se abotone bien la camisa, que está despeinado, que se afeite. ¿Lo ven claro? El chico sensible sigue siendo tratado como un niño por su propia madre y buscará en usted a otra madre, solo que con usted tendrá sexo.
Y el sexo es aún más complejo. Al principio se conectan delicioso, puro amor y ternura, el arrunchis es clave y pasan toda la noche abrazados. La ternura es un componente muy importante del amor, así que esto tiene que pasar en una relación de amor y respeto. Usted piensa que está tocando el cielo con las manos, que por fin dejó de fijarse en esos delincuentes que hay en la calle, aunque secretamente espera que un día de estos se le salga el Christian Grey que tiene todo hombre por dentro, y hasta anhelaría que todo esto fuera un preámbulo para llevarla algún día a su cuarto secreto. Duro golpe cuando se dé cuenta de que él es Anastasia y usted, Christian. Y si sugiere algo un poco más kinky, él se sorprenderá y le preguntará: “¡¿Con quién hiciste eso?!”. Si en cualquier relación con el tiempo se baja la pasión, con el sensible se baja en menos de lo que canta un gallo. Una última advertencia: ni se le ocurra decirle que no tiene ganas de hacer el amor, cosa que a todos nos puede pasar, porque, oh Dios, la que se le va a armar. Su ego se romperá en mil pedacitos, no habrá manera de explicarle razones, acuérdese de que él siempre mide todo en amor o desamor. Esa es la medida de todo. Mejor finja el clásico dolor de cabeza.
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Si todavía piensa que hasta aquí soy una exagerada, le voy a hacer una observación al respecto. En toda relación debe haber un equilibrio, un masculino y un femenino. El hombre demasiado sensible le va a sacar el macho que usted lleva adentro; en algún momento se va a ver desesperada diciendo que quiere ir a comer hamburguesa y que deje el show por esas pendejadas, porque en la relación debe haber un equilibrio entre el yin y el yang; y si él ocupa el yin, lo más seguro es que la empiece a desesperar por varios motivos hasta que le saque el yang y se intercambien los roles.
¿Por qué nos desesperan tanto los hombres sensibles? Responde el doctor Santiago Rojas: “El sentido fundamental de una relación hombre-mujer es que el hombre es el contenedor, o sea, el hombre es el sustento, no solo en lo económico y afectivo, sino en la estabilidad. La sensibilidad indica vulnerabilidad, variabilidad, indecisión, y precisamente la mujer busca lo contrario en un hombre. Cuando un hombre tiene esas características femeninas, la mujer lo puede tener como un buen amigo. Pero necesariamente si el hombre es demasiado sensible, la mujer no lo va a ver como una pareja estable”.
Nada más sexy que un hombre que sabe lo que quiere, que sabe para dónde va, que no les pare bolas a sus cambios hormonales. Un hombre con los pantalones bien puestos. Porque los hombres tienen muy claro lo que quieren. La mujer, no. Pero ese es tema para otro día.