Aunque no lo crea, hubo un momento en el que Estéreo Picnic estuvo a punto de desaparacer por falta de público. Uno de los hombres que ayudó a salvarlo contó en este testimonio la proeza que los llevó al éxito de hoy.
A mediados de 2012, en la junta directiva de Estéreo Picnic tomamos la decisión de no repetir el festival, de acabarlo. Llevábamos tres ediciones que habían dejado unas pérdidas muy importantes para una compañía como la nuestra y hacer una cuarta edición parecía un suicidio.
Sin embargo, creo que todos los involucrados veíamos la historia inconclusa y, en el fondo, soñábamos con intentarlo una vez más. Habíamos sembrado las bases de un evento que tenía un gran potencial de crecer y la gente que había ido, aunque poca, se había enamorado del concepto. Analizando el pasado del festival, concluimos que lo que nos había faltado era una gran banda: una que hubiera trascendido el nicho alternativo en el que estábamos tan metidos. Habíamos intentado conseguirla antes, pero simplemente no lo habíamos logrado. Todavía éramos desconocidos en el medio internacional, no generábamos mucha confianza, éramos demasiado jóvenes...
En septiembre de ese año sucedió lo inesperado: recibimos una llamada que cambiaría todo. The Killers —sí, una de las mejores bandas de rock del momento— quería tocar en Estéreo Picnic. El festival —y toda la magia que había despertado en sus tres primeras ediciones— había llegado a oídos de esta banda. Entonces decidimos arriesgarnos una vez más, jugarnos el todo por el todo. Del resultado de ese festival dependería el futuro de nuestra compañía y de nosotros mismos. Si fracasaba, era el final.
Comenzamos a sumar un cartel de artistas increíble: además de The Killers convocamos bandas muy significativas en esa escena alternativa de la que provenimos, como Foals, los hoy desaparecidos Crystal Castles y Two Door Cinema Club. Solo faltaba una cosa: una banda legendaria que pudiera balancear el cartel, que le diera un peso histórico y que definiera de una vez por todas el espíritu del festival.
Desde hacía años nuestra obsesión pasaba específicamente por un grupo de nuestros amores: New Order. Habíamos crecido bailando con ella y definió nuestros gustos musicales. Los habíamos buscado muchas veces, y no habíamos recibido ni un signo de vida.
Por esa época, mi novia vivía en Londres y fui a visitarla. De paso, intenté una vez más convencer a New Order, tenía una reunión con su agente. Ensayé mil veces qué iba a decirle. Pero el día antes me canceló y yo regresé a Colombia con las manos vacías.
Así, seguimos con los preparativos: fijamos una fecha para Estéreo Picnic 2013 y alistamos el cartel. Y apenas un día antes del anuncio definitivo… ¡apareció New Order! Mis plegarias se habían cumplido después de una búsqueda incansable. Íbamos a contar con la legendaria banda, que lleva más de 35 años haciendo música.
Fue una negociación muy rápida: ellos sabían que teníamos 24 horas y que no podíamos retrasar. Mientras cerrábamos el trato, llegamos a hacer incluso dos afiches: uno con ellos y otro sin ellos. Faltando una hora nos llegó el contrato y finalmente anunciamos nuestro primer gran festival. La respuesta del público fue impresionante, las ventas se dispararon.
El domingo 7 de abril de 2013, The Killers y New Order tocaron juntos Shadowplay de Joy Division. Ellos jamás se habían unido para interpretar una de las canciones más emblemáticas en la historia del rock. Para mí, por muchos motivos, ese es el momento más especial del festival en su historia. Pocos lo saben, pero ese fue el punto de quiebre. Lo habíamos logrado. Salvamos el festival y nuestro destino cambió para siempre.