"La verdad es que los jóvenes no son el futuro del país. Y lo que es peor: el país no es el futuro de los jóvenes".
No hay nada más cursi que el amor, ni peor atentado contra el buen gusto que la ternura.
Irse a un almuerzo almorzado es la definición precisa de lo que son los encumbrados eventos de la sociedad bogotana.
El Cielo debe ser una cosa aburridísima, llena de dirigentes conservadores que toman whisky y de ángeles empelotos que todos esos dirigentes miran ahí con morbo.
El colegio nos distancia de los libros, porque casi todos los profesores creen que sus alumnos deben leer para aprender, leer para citar, y cada libro termina convertido en una nueva angustia: detrás de cada párrafo palpita la amenaza de un cero inminente.
Mis columnas son caricaturas escritas; por eso escribo sobre los rasgos físicos de los personajes y exagero la realidad, aunque nunca queda tan deformada como la Constitución Política tras el paso de Uribe por el poder. Como humorista nadie me toma en serio. Y entonces pienso que soy un fracasado y un mediocre. Sobre todo un mediocre. Detesto ser mediocre. Uno corre el riesgo de que el presidente lo nombre ministro de Transporte.
La estética es el salvavidas de la osadía.
Soy católico, psicológicamente me educaron así, con sentimiento de culpa. Pero no creo en la Iglesia, aunque respeto mucho a los sacerdotes y a sus novios.
Con el fútbol pasa lo mismo que con la poesía: que es inútil pero preciosa, y que uno al final entiende que lo importante no es la meta sino el camino. O como decían los poetas: que la isla era el tesoro. De modo que ganar o perder no es tan importante como ir, sentir el resplandor luminoso si es de noche, oler las mazorcas de la entrada y tratar de no pisar la mierda de los caballos de los carabineros: todo ese mito a uno le recupera la infancia y lo protege de sí mismo.
La verdad es que los jóvenes no son el futuro del país. Y lo que es peor: el país no es el futuro de los jóvenes.
No creo que le llegue siquiera a los talones a Klim. Yo soy del tamaño de Luis Alberto Moreno al lado de Klim.
Ser niño en Colombia es recluirse, no intervenir, desvanecerse poco a poco en un cuarto y asomarse a la vida desde una ventana. Ser niño es no poder salir al barrio.
La diferencia entre pornografía y noticia es la fama de quien se desnuda.
No hay peor desnivel que el que existe entre los gestos y los años porque en él suele tropezarse el decoro, ni resistencia menos estética que la que se monta contra el paso del tiempo.
Me cuesta trabajo entender las cosas. No en vano soy periodista.