El vino

Hay generosos blancos, oscuros, secos, caros, baratos; y es bueno saberlo, pues no falta el chicanero de zapato puntudo que cree que un vino, por generoso, es más fino que el resto, a los que se refiere como “vinos líchigos”.

¿Es verdad que los vinos se pueden morir?
Los vinos nacen, viven y mueren; pero no siempre en la boca de un bebedor, que sería lo ideal. A veces fenecen —es decir, se dañan, se vuelven intomables— antes de caer en las garras de uno de esos tipos que anuncian “voy a matar la botella”. Por eso es clave no dejar los vinos al sol o someterlos a cambios abruptos de temperatura. También, dejar la botella acostada para que el líquido humedezca el corcho, este se hinche y no permita que le entre mucho oxígeno. Y, por supuesto, no dejarla en lugares muy húmedos.

Si encuentro una botella que no tiene el año en la etiqueta, ¿me están tumbando?
No necesariamente. Hay algunos que no dicen cuántos años tienen, pues son elaborados con mezclas de vinos de diferentes edades. Dos ejemplos muy conocidos: la champaña y el jerez.

Sabía usted que...
Los conocedores recomiendan no envolver las botellas de vino con servilletas de tela, como hacen en muchos restaurantes. La razón es que, al hacerlo, tapan la etiqueta, que es el documento de identidad del vino, y no falta la persona que se siente ofendida si no ve qué es exactamente lo que le están sirviendo.

“El vino da brillantez a las campiñas, exalta los corazones, enciende las pupilas y enseña a los pies la danza”.
José Ortega y Gasset, Filósofo y ensayista español

En qué tomarlo
Copa para vino tinto

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