Portal Américas. Noche del día 24 de Paro Nacional en Colombia. PORTAL RESISTENCIA BOGOTÁ PRIMERA LINEA ESMAD FOTO: ESTEBAN VEGA LA-ROTTA 21 DE MAYO DE 2021 REVISTA SEMANA | Foto: Esteban Vega La-Rotta / Publicaciones Semana

Crónicas

Crónica del Paro: “un bloqueo que me cambió la vida”

Por: Cristhian Calderón

La Policía, aunque fue señalada de cometer abusos, también fue víctima durante los días del Paro Nacional. Casi 1.500 de sus miembros heridos lo demuestran. Una de las historias más impresionantes es la del patrullero del Esmad que reconstruyó para SoHo los momentos en que una bomba molotov le quemó parte de su cara.

Por: Cristhian Calderón, patrullero del Esmad

Todo ocurrió muy rápido, pero eso no significa que no lo tenga grabado en mi memoria. En medio de la oscuridad que había en la Autopista Sur de Bogotá, alcancé a ver el resplandor de una llamarada que se acercaba a gran velocidad y como instinto, quizá como un reflejo, lo único que hice fue levantar el brazo, con tan mala suerte que la botella de la bomba molotov que me arrojaron chocó con mi escudo del Esmad, loo que terminó derramándome un líquido caliente en el hombro. Como tenía puestos además los chalecos, el fuego se consumió y se trasladó hasta el pasamontañas que se deshizo hasta quemar mi cara.

Era 22 de mayo de 2021 y el día de servicio para mí comenzó a mediodía, lo que significaba que era muy probable que la jornada se extendiera hasta entrada la noche en medio de una nueva jornada de protestas por el paro que vivía el país y particularmente Bogotá. Tal vez como una premonición en el fondo del corazón o simplemente por un derroche especial de cariño, mi pareja María y yo nos despedimos esa tarde más cariñosos que de costumbre. Ella siempre me bendecía, deseaba que me fuera bien, decía que iba a estar conmigo en las buenas y en las malas, que no bajara la cabeza.

Pasadas las 2 de la tarde llegó la primera orden para atender una concentración en la localidad de La Candelaria. Yo portaba casco, chaleco balístico, protector, guantes antitrauma, pasamontañas, escudo, bastón tipo tonfa y las botas que integran la indumentaria del Escuadrón Móvil Antidisturbios. Haber llegado a ser parte del Esmad para mí era un sueño cumplido, desde que estaba en la escuela de formación decidí estar en sus filas porque me gustaba su porte, que siempre trataban de restablecer el orden y cuidar los bienes de la gente.

Aunque sabíamos de varios disturbios en la ciudad, para nosotros hasta el final de la tarde ese 22 de mayo aparentaba tranquilo pues en el centro no tuvimos que realizar ninguna intervención. Pero generalmente en la noche todo se complicaba. Como a las 6:30 p.m. por medio del radio le avisaron al comandante de mi sección, en la que estábamos por ahí 20, que teníamos que desplazarnos al Terminal Sur en la entrada a Soacha pues estaban bloqueando la vía. Nos movimos en motos.

Cuando llegamos al punto del bloqueo nos empezaron a arrojar elementos contundentes como piedras y botellas de vidrio, al tiempo que gritaban lo de siempre: “cerdos, asesinos, violadores”. Eran encapuchados, muchos de ellos jóvenes, pero también de más edad los que nos agredían.

Ya eran más de las 8 de la noche y nosotros seguíamos resguardados en una esquina entre la estación de servicio de Primax y un supermercado de Justo y Bueno al lado de la Autopista Sur. Los agresores no habían parado de lanzar además juegos pirotécnicos, como una especie de voladores, de manera frontal, lo que podría representar un riesgo de quemaduras de grandes proporciones si nos llegara a impactar.

Cuando vimos que no tenían más pólvora, decidimos salir, el problema ahora es que sin las luces no lográbamos ver nada. Ahí fue que de repente vi la llamarada que a los pocos segundos estaba recorriéndome. De repente el fuego ya estaba en mis hombros y yo esperando el extintor para calmarlo, pero en ese momento no llegó porque mis compañeros al ver toda esta situación quedaron en shock. Igual estaba yo, aunque por un momento pensé que si me apagaban el fuego no me iba a pasar nada. Desafortunadamente no fue así.

Lo único que veía y lo que recuerdo es que las llamas seguían consumiendo las prendas de mi indumentaria, pero logré escuchar al comandante que me decía que me las quitara todas para librarme de las llamas, al tiempo que mis compañeros afanosos buscaban lo que fuera para apagar el incendio en mi cuerpo. Yo sentía un ardor indescriptible que no le deseo a nadie y un dolor muy fuerte en el lugar donde había caído el líquido de la bomba molotov, que según pude saber mezclaba gasolina con ACPM y un pegante para que quedara impregnada al cuerpo.

Cuando lograron controlarme las llamas, los enfermeros de la sección del Esmad me echaron agua glicerinada para que me refrescara un poco, pero el daño ya estaba hecho: me quedaron quemaduras de segundo grado en cuello, cara, rostro, cabeza y en mi oreja izquierda.

Sentía mucha impotencia por haberme visto así. Unos minutos más tarde iba pasando por el lugar una ambulancia y mis compañeros le pidieron que parara para que me llevaran a Urgencias, algunos de ellos confiesan que no pensaron que yo me fuera a salvar. El recorrido entre sirenas y la baliza licuadora se extendió por media Bogotá, más de una hora en la que no pensaba en nada ni nadie porque el ardor insoportable no me lo permitía; llegamos hasta el Hospital Central de la Policía donde me atendieron durante las horas que quedaban de ese 22 de mayo.

Allá me realizaron la primera de muchas cirugías, esa fue para limpiarme los elementos del pasamontañas que se habían quedado pegados al rostro. Recuerdo que cuando entré al hospital anunciaron que me tenía que entubar y yo con la debilidad que tenía por todo lo sucedido, solo apunté a preguntar si eso me iba a doler, ante lo cual el médico me respondió que no. Esa palabra “entubar” tenía muy mala fama por todo lo que significaba para pacientes graves con covid, así que me dio susto, pero el médico me explicó que no habría ningún problema, únicamente tenían que hacerlo para evitar que por alguna razón las quemaduras obstruyeran las vías respiratorias.

Por petición de mi familia, después de esa cirugía me trasladaron al Hospital Simón Bolívar, que es especializado en atender este tipo de quemaduras. Cuando llegué allá me hicieron el tratamiento de la membrana amniótica que es un tejido que ayuda a regenerar las células y los tejidos muertos por cuenta de las llamas en mi cuerpo. Lo que me cuenta mi familia es que después de eso yo duré cinco días en la UCI, en ese momento además por sospecha de covid.

Hablando de mi familia, mi mamá dio entrevistas a los medios de comunicación aún cuando estaba agobiada por el dolor y la frustración por lo que me había pasado. Ella no quería más violencia y aseguró que me respaldaba si yo decidía renunciar a la Policía. Han pasado 11 meses y no lo hice, tampoco lo voy a hacer. Le expliqué a ella que iba a continuar y le recordé mis razones desde muy joven para querer estar en la Policía, lo que había logrado desde hace tres años, así que le dije que no me iba a ir por la primera prueba difícil que se me presentara en el camino.

La persona responsable de haberme cambiado la vida por lanzarme una bomba molotov está hoy en la cárcel La Picota al sur de Bogotá, es un hombre que identificaron con el alias de ‘Chetes’, si no estoy mal, y tiene 26 años. Solo un poco mayor que yo que tengo 23. A él le digo que no le guardo ni odio ni rencor, hay un Dios y él sabrá por qué quiso ponerme en esta situación, pero sí espero que se haga justicia por lo sucedido.

Por estos días estoy en rehabilitación, por fortuna he dado con buenas terapeutas para mi recuperación física, con ejercicios para no disminuir la fuerza y terapia ocupacional que se enfoca en el estiramiento y masajes de la cara para que la cicatriz que hoy tengo, no me afecte. En unos meses vendrán más cirugías, entre ellas la de la reconstrucción de la oreja, que según me ha dicho el cirujano, deben sacar un pedazo de costilla para el cartilago y así poder construir el pabellón de la oreja como tal.

Habrá mucho reposo seguramente, pero lo que tengo claro es que quiero volver a servir en el Esmad, es la especialidad que tengo y es bonita a pesar de todo lo que me pasó.

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