Algunas parejas creen que la fidelidad es contranatura. Su fórmula para mantener viva la relación es permitir que las dos partes tengan aventuras sexuales, siempre y cuando acepten las reglas del juego.
En otros tiempos, aceptar que una pareja se involucrara sexual y sentimentalmente con otras personas parecía impensable. Hoy, muchos matrimonios han decidido vivir una relación abierta. Se trata de tener una relación con permiso para tener sexo y amoríos con otras personas, sin considerar esto una infidelidad. (Así es vivir en un matrimonio abierto por Carolina Ribón)
El libro Infidelidad pactada: códigos de la pareja actual describe el matrimonio abierto como “una relación intermedia entre la relación tradicional (monogamia) y el amor libre”. Para estas parejas no existen reglas o límites determinados; ellas definen lo que les puede funcionar, y además están dispuestas a aceptar los posibles cambios. De cualquier modo, la clave para que una relación de este tipo funcione es la honestidad y la comunicación entre todos los involucrados.
Para muchos, aceptar a terceras personas en el matrimonio es sinónimo de fracaso y tolerancia al engaño. Pero para otros, la infidelidad no existe si se trata de una relación consensuada. Con todo, estos argumentos no son suficientes para todo el mundo. Contarle a la pareja que tuvo sexo con otra fulana u otro fulano puede ser tomado más como una perversión que como una muestra de sinceridad. Aun así, los partidarios de las relaciones abiertas son cada vez más, pues hay quienes consideran que el sexo con otra persona hace mucho menos daño que ser deliberadamente cruel, no cuidar de la familia, faltar al respeto o mentir.
El principal argumento de estas nuevas parejas es que la monogamia va en contra de la naturaleza humana. Ellos se fundamentan más en principios biológicos que religiosos y sociales. Lo curioso es que la misma Biblia, en el Antiguo Testamento, registra historias de poligamia, y no necesariamente como una condición inmoral. Muchos de los hombres importantes del Antiguo Testamento fueron polígamos: Abraham, Jacob, David, Salomón, por nombrar algunos, tuvieron varias esposas. (Las cinco bodas más caras de la historia)
En el libro Can Love Last? (¿Puede durar el amor?), el psicoanalista Stephen Mitchell afirma que la rutina, la confianza y la comodidad que experimentan las parejas convencionales pueden convertirse en obstáculos de la pasión sexual. Por eso, la apertura del matrimonio en esas circunstancias es una forma de refrescar la unión a perpetuidad que entraña el matrimonio monogámico.
Según Mitchell, lo que ha sustentado la fidelidad, a pesar de ser un concepto antinatural, es que pretende “minimizar riesgos y garantizar la seguridad sacrificando la intensidad del deseo sexual”. Para el psicoanalista, la fidelidad basada en esta premisa es una ilusión: “Aferrados a esta, ninguno de los dos socios realmente ve al otro o incluso reconoce que el otro tiene derecho a un ‘yo oculto’”. El matrimonio abierto, a fin de cuentas, no es más que compartir con la pareja las necesidades de ese ‘yo’ clandestino.
Los libros de Esther Perel El apareamiento en cautiverio y El estado de los asuntos: repensar la infidelidad sugieren que el tipo de matrimonio que la mayoría de la gente busca, seguro y mutuamente deseoso, es una utopía “precaria y miope”. Perel se interesa por el crecimiento emocional que proviene de tener diferentes parejas. Asegura que para los de mente abierta, los celos representan una oportunidad para examinar las inseguridades que la apertura de una relación pone al descubierto. En cambio, en una pareja convencional los celos solo traen frustración y baja autoestima. (Maneras en las que jamás debe pedir matrimonio)
Perel asegura, además, que las parejas abiertas, que tienen la libertad de un ‘yo privado’ (y no por privado, deshonesto), pueden ser más felices. No obstante, las tradiciones que están arraigadas por razones culturales pesan más que las tentaciones y las teorías de moda.
Varias de las personas entrevistadas por los autores de esos bestsellers coincidieron en reconocer que hay un elemento de frustración en sus vidas privadas, que han tenido deseos que no pudieron satisfacer por ajustarse a las convenciones sociales. Otros, que ya abrieron sus relaciones, sorprenden por promulgar una especie de amor expansivo que desafía el orgullo, la posesividad y las nociones tradicionales.