¿Estamos solos en el universo? ¿existe vida fuera de la tierra? la respuesta a la esquiva pregunta la tiene contacto ovni, organización bogotana con sede en chapinero a la que acude con frecuencia eddie turgermán, un marciano colombiano.
Estoy buscando un extraterrestre. Miro hacia arriba, a lo lejos, donde se supone que abundan. Me permito pensar que puedo ver algo de lo que han visto los que dicen que vieron. Un óvalo inexplicable, una luz fugaz, una figura extraña en la oscuridad. Incluso podría ser raptado y llevado en una nave a un planeta lejano para conocer la verdad de la que están tan convencidos quienes me acompañan esta noche.
Según ellos, los miembros de Contacto Ovni, un grupo de 25 bogotanos que dice investigar el tema de los extraterrestres en Colombia desde 1969, es seguro que ocurra alguna de estas cosas. Así que estoy aquí, en Tabio, un municipio cercano a Bogotá, famoso por una multitud de supuestos avistamientos, parado en la mitad de un terreno inmenso y con la Peña de Huaika a lo lejos, esperando casi hasta el anhelo, en contra de mi incredulidad, la aparición prometida a lo largo de esta búsqueda que me tiene mirando, en este momento, hacia la inmensidad de este cielo estrellado y negro.
1. Semanas antes había llegado a la sede de Contacto Ovni, en el barrio Chapinero de Bogotá. Me habían dicho que se trataba de una de las organizaciones más serias en la investigación de este tema. Algo fácil si se tiene en cuenta que fue la única encontrada en una búsqueda preliminar que arrojó, entre otros resultados, que existen muchas panaderías que usan la sigla como nombre, y que incluso hay en Cali un Motel Ovni con descuentos para su estelar y amorosa clientela. Así que la ausencia evidente de estas entidades me dejó en manos de William Chávez, director de la organización, y Juan Carlos Bolaño, su joven ayudante.
Se trata, en ese orden, de un ingeniero de sistemas de 45 años que diseña páginas web, se viste con saco y corbata y habla con entusiasmo atropellado, y un productor de televisión que se viste igual, pero con unas gafas enormes de marco negro. Son expertos en exobiología y ufología, disciplinas empíricas que estudian, respectivamente, la vida que habría fuera del planeta y las manifestaciones de objetos voladores no identificados.
El sitio es pequeño y sin ayudas tecnológicas acordes con su razón de ser: un televisor Sharp, VHS y equipo de sonido antiguos, micrófono algo oxidado y afiches con fotos de platillos voladores que, por su inminente descomposición, requerirían un cambio inmediato. Detrás de una división de madera hay una empresa casera de confecciones de donde sale ruido constante y molesto, producto de las puntadas simultáneas de varias máquinas de coser. El sonido no logra impedir que Chávez explique con entusiasmo desbordado que se interesó en el fenómeno Ovni porque cuando tenía doce años una nave se posó sobre la terraza de su casa. Que los extraterrestres vienen de vez en cuando a este planeta a establecer contacto como lo demuestran miles de grabaciones y fotos. Que si quiere conocer a fondo el tema, joven, debe asistir a un congreso que habrá dentro de poco. Que por su posición privilegiada entre dos océanos, óigame bien, Colombia es propensa a recibir visitas de los seres del espacio y que frente a la Peña de Huaika se cierra el congreso con un casi seguro avistamiento. Claro que, aunque muchas veces se han presentado y hasta se han bajado de las naves, no quiere decir que esta vez haya contacto, agrega.
Le pregunté entonces cómo hacía para contactar uno con seguridad. Antes de responder miró a su asistente como si estuviera a punto de violar un código y dijo, en tono misterioso, que hay que esperar a que ellos quieran que uno los encuentre. Mejor dicho, un extraterrestre se comunica con alguien onírica o telepáticamente, dice cuándo viene, se le pregunta si puede ir tal o cuál y él aprueba o desaprueba. Si se falla en sus requerimientos, claro está, se perderá la oportunidad.
-¿Si le avisan que van a venir usted les puede decir, por favor, que yo quiero ir y me cuenta a ver qué?
2. No parece difícil tener contacto con ellos. Después de todo deben ser muchos si se habla de 183 tipologías de extraterrestres distribuidas entre los planetas, nebulosas, constelaciones y cuanta cosa compone solo la Vía Láctea.
Fui a varias de las reuniones que se hacen en Contacto Ovni los jueves a las 6:30 de la tarde y en las que siempre, pasa lo mismo: los 20 ó 25 miembros -que contrario a lo que podría pensarse son gente de una normalidad que no admite descripciones especiales- se saludan, hacen un aporte voluntario que no pasa de dos mil pesos y ojean carpetas con fotocopias y libros baratos de autores y editoriales desconocidos que relatan experiencias sobrenaturales y plantean ideas como que el Dios judío es extraterrestre, que El Vaticano y la CIA, la Segunda Guerra Mundial y la muerte de JFK están relacionados con la vida fuera de la Tierra. Luego se sientan a ver videos que, con audio y edición deficiente, muestran imágenes difusas de luces diminutas en cielos inmensos, ganado con heridas inauditas, objetos de materiales ignotos caídos del cielo, hombrecillos grises en bosques oscuros, osamentas de especies desconocidas y figuras gigantes en campos de cultivo. Este último fenómeno sigue siendo inexplicable a los ojos de los miembros de Contacto Ovni, a pesar de que hace años varios canales de televisión establecieron que los autores de las circunferencias son The circlemakers, un simple grupo de humanos.
Lo normal es que se acabe el video, se prendan las luces y alguien dicte una conferencia. Pero en una de mis idas salió del público un señor llamado Eddien Turgermán y dijo que, aunque no lo creyéramos, era un marciano.
3. Antes de empezar la búsqueda pensé que en algún momento, desesperanzado con lo infructuosa que resultaría, sería necesario encaminarla, por consuelo o empecinamiento, en lugares tan concretos como un manicomio. Pero apareció aquí, en la sede de Contacto Ovni, un marciano. Un marciano paisa.
Sí, dice que nació en Medellín, concebido por la terrícola Aura Orrego y Jsef, un marciano que vino desde Iyibelp, su ciudad natal, a engendrar dos hijos en la Tierra para que ayudaran a la humanidad y después se fue. Su apariencia es más cercana a la de un gnomo que a la de un marciano. Parece más viejo de lo que es (tiene 46 años terrestres), el pelo rojo, la piel blanca y es bajito. Ha viajado en platillos voladores tres veces al planeta de su padre para verse con sus hermanos y tiene poderes de sanación y adivinación.
-Pero lo que han mostrado de Marte es que no hay vida -dijo una señora.
-Es que a ustedes los humanos los tienen engañados: les muestran solo el desierto de mi planeta -afirmó con aire de superioridad, quizá seguro de que estaba demostrando que, como dijo en su momento, utiliza el cerebro mucho más que nosotros.
-¿Y dónde queda la parte de Marte en la que se pueden ver la vida y la civilización? -preguntó ahora un señor.
En el norte, respondió, y yo repuse que ese es un concepto humano y él me contestó, evitando la respuesta y mostrándose como adivinador y trágico profeta, que tan humano como el dolor que sentiría dentro de poco mi hermana. No tengo una hermana, le dije. Él me respondió a su vez, recursivo como culebrero, que le preguntara bien a mi papá y entonces le dije que bueno, que yo pregunto y le vengo a contar, seguro. Qué más iba a hacer.
Luego dijo que los habitantes de Marte son iguales a los de la Tierra en apariencia y en lenguaje, pero que tienen una mayor dimensión del amor. Añadió que cada cien años vienen diez de ellos al mundo para ayudarnos y que Jesucristo fue el miembro más destacado de la primera comisión. También compartimos la configuración genética, afirmó, enfático y enojado, cuando alguien le propuso que se sacara una prueba de ADN para demostrar su naturaleza.
-Me di cuenta de que soy marciano cuando tres de mis hermanos, no los de acá, que me rechazan porque dizque estoy loco, sino los de allá, me visitaron una noche, cuando tenía como 8 años, y me revelaron mi misión. Concluyó con que no puede usar sus poderes en beneficio propio porque se convertiría, como nosotros los humanos, en un ser de excesiva ambición.
-A propósito, tengo una fundación, sin ánimo de lucro, para cumplir mi misión.
Una vez terminó su exposición repartió volantes con teléfono y dirección y la mayoría lo aplaudió, unos riendo tímidamente y otros, increíblemente, convencidos de la veracidad del insólito relato.
Quizás otro consideraría esto como el final de su búsqueda pero, aunque ese señor lo jurara en nombre de su familia del espacio y sus poderes no manifestados, era difícil creer en su discurso de respuestas inventadas sobre la marcha. Así que el marciano estaba, sin más, descartado.
4. Llegó la hora del congreso. Tres días de instrucción, escarapela y diploma que se quedaron en promesa, algo de lo que llaman literatura especializada y un viaje a Tabio por 75 mil pesos. Fuimos 20 personas: hagan cuentas de lo que gana Contacto Ovni.
Chávez me dijo que siempre hacían estos eventos en salones grandes pero que, por la dura situación, ahora tocaba en la sede. El único cambio: desaparecieron las máquinas de coser, aparecieron un par de sillas más y las paredes se llenaron de platillos en fotos enmarcadas y figuras de cartulina poco elaboradas que para muchos resultaban de enorme belleza y creatividad.
Las exposiciones se caracterizaron por un sorprendente déficit de elocuencia: era como si en lugar de dirigirse a alimentar la creencia tuvieran el fin de exterminar la poca que se tuviera. Lo bueno fue que, en aras de mi preparación para el viaje, alcancé a comprender lo importante del asunto.
Juan Carlos Bolaño habló de "la conspiración del silencio": una artimaña conjunta de muchos gobiernos, cuyo exponente principal es el famoso Incidente Roswell, ocurrido en 1947 cuando en un pueblo estadounidense de ese nombre se encontraron unos restos extraños que, según el gobierno, eran el material de una prueba secreta pero que muchos aún atribuyen a la caída de una nave espacial. La conspiración consiste en desmitificar la existencia de vida en el espacio aduciendo que las pruebas son montajes como en el caso Roswell y callando a quienes tienen cómo probarlo.
Por su parte, William Chávez centró su discurso en una gran oleada de avistamientos que se inició desde el 2004 y que significa que los extraterrestres están viniendo como nunca antes. Pronto llegarán los grises ojones que siempre vemos en series y películas, para experimentar con nosotros. Otros, parecidos a los humanos pero extremadamente bellos, vendrán a exhortarnos sobre la crisis moral y ética y espiritual que nos caracteriza y nos llena de egocentrismo y no nos deja ver la verdad. Su mensaje nos preparará para enfrentar lo que se viene: en 2012 el planeta le dará la vuelta a la galaxia como cada 260 millones de años, atravesará el cinturón fotónico (una gran formación de estrellas de 759.864 billones de millas de espesor descubierta por el astrónomo británico Edmund Halley en el siglo XVIII) y entrará a una nueva dimensión que la ciencia no puede explicar por su carácter espiritual. Entonces se dará el parto planetario: nacerá una nueva humanidad capaz de vivir en armonía por la activación de un gen llamado GNA, que todos los nacidos de los setentas para acá tenemos debajo de la oreja derecha. Es un nuevo paso en la evolución humana ante el que tenemos la responsabilidad inmensa. Después vino un receso para comer empanadas hechas por ellos.
En resumen, el VIII Congreso y Encuentro Expo-Ovni fue lo mismo que las reuniones ordinarias solo que con más videos y testimonios de contactados, y el feedback irremediable del micrófono.
5. Cuenta una leyenda de origen difuso que una diosa llamada Juaika recibía allá arriba, en la Peña de Huaika, un gran pico que se destaca ampliamente entre las montañas que lo rodean, conocimientos de agricultura y ganadería enseñados por seres alados para transmitirlos a su pueblo. Pero la verdad, según Contacto Ovni, es que se trataba de extraterrestres que siguen visitando la zona porque tiene, como muchas del mundo, puertas dimensionales que les permiten venir. Incluso campesinos del lugar dicen ver cosas en el cielo y hay casos famosos, que se pueden deber a razones más mundanas que no es del caso mencionar, de gente que iba un día a caballo por un camino y se la llevaron en una nave espacial y apareció después en un municipio lejano.
Llegamos después de dos horas de viaje en una camioneta escolar, oyendo la arrulladora música hecha con cantos de ballenas que una señora llevó, las increíbles discusiones de algunos con respecto a la verosimilitud del marciano paisa y la noticia de que alguien del grupo recibió telepáticamente el mensaje de que habría un contacto.
Los antecedentes de la peña, sumados a que por esos días un camarógrafo del Canal Caracol captó con su cámara algo que se movía en el cielo, y las declaraciones de Chávez diciendo en el noticiero que eso era un buen presagio, me hacen pensar con optimismo. Además hice lo correspondiente: no comer carne por 24 horas, mojarme la corona de la cabeza tres veces por 22 segundos con agua helada y, por las dudas, aunque no lo dijeron, no tener sexo.
Terminada la tarde nos instalamos en una finca y siguiendo las órdenes de Chávez caminamos hasta un campo inmenso desde donde se veía la peña. Nos acomodamos en círculo, cerramos los ojos, respiramos lentamente, alejamos el mundo de nuestro pensamiento, olvidamos nuestros dolores y, tomados de la mano, sentados y luego acostados, miramos para arriba. Unos decían que se movían cosas, otros confundían naves con alguna de las muchas estrellas que había. Bolaño dijo que vio dos figuras y un señor entró en un divertido asombro al ver una luz, una luz, miren todos, es una luz. Una luz que salía del juguete con que jugaba un niño a lo lejos.
No pasó nada hasta que todos vimos, cerca del lugar donde estábamos sentados, unas luces diminutas que llenaron de felicidad al grupo: eran la prueba de que los extraterrestres estaban haciendo contacto con nosotros. Las luces, explica Chávez, se llaman caneplas y son pequeñas entidades luminosas que tienen diversas formas y que los extraterrestres envían para saber qué hacemos. Su presencia quiere decir que estamos en armonía y es un indicio ineludible de que habrá contacto. Así que, como todos, dirijo la mirada hacia arriba.
Después de un rato, en el que nada se ve, nos reunimos frente a un lugar lleno de árboles que llaman la Puerta 1. Allí, una señora dirige una oración a los extraterrestres para que se presenten o se manifiesten y aparecen, proyectados sobre las ramas, unos puntos rojos de luz que se antojan verídicos por la fuerza del momento. Un silencio respetuoso se apodera de todos, una expectativa que nos hace mirar para todos lados entre el asombro y una sensación de fortuna que se diluye ante la certidumbre de que alguien tiene un apuntador láser. Se lo digo a Chávez con discreción y recibo como respuesta que no, que no es así, que cómo se me ocurre, que de ninguna manera.
Cuando todos siguen mirando para arriba, expuestos a sufrir una tortícolis con tal de ver lo que quieren ver, aparece en un punto una canepla.
-Bueno, un láser verde sí es como difícil... -me dice Chávez en tono burlesco y con la suficiente fuerza para alimentar la esperanza de la crédula cofradía.
Entonces Camilo, el fotógrafo de esta crónica, tiene la idea de que atrapemos a la fuente de tan misteriosa luz, por lo que alumbramos con su linterna y corremos ante cada manifestación hasta que, en la quinta ocasión, damos por fin con lo buscado. Camilo tendría una prueba irrefutable de la presencia extraterrestre en nuestro planeta, se habría convertido en un personaje de culto para estas agrupaciones, dictaría conferencias sobre su experiencia y sería perseguido por los gobiernos de no ser, claro, porque lo que reposa en su mano no es otra cosa que una luciérnaga. Les mostramos al insecto. Ante la evidencia explican forzada y previsiblemente que las caneplas pueden adoptar esa y otras formas. Luego hacen de nuevo el círculo de su búsqueda ciega. Esta vez excluyéndonos con disimulo, seguramente por la incredulidad demostrada, y haciéndonos entender que no hay argumento ni evidencia que valga cuando la gente se empecina en creer.
Y hasta la madrugada, el cielo sigue como siempre. Solo aparecen en el lugar las tímidas luciérnagas que seguirán ilusionando por años a mis acompañantes, algunos ventarrones, la luz de un avión a lo lejos, un perro que ladra, alguna estrella fugaz, uno que otro mosquito. Y la sensación triste de que la realidad termina, tarde o temprano, por darles la espalda con indiferencia a quienes se empecinan en este tipo de búsquedas, a quienes se pasan la vida rebuscando en el cielo y las estrellas lo que nunca van a encontrar. Estoy buscando un extraterrestre. Miro hacia arriba, a lo lejos, donde se supone que abundan.