En el negocio de las drogas es muy común que se contraten servicios de hechicería para proteger los cargamentos y la vida de quienes lideran este oscuro comercio. SoHo habló con la pitonisa de uno de estos personajes. Este es su relato.
Cuando Robitusí, así llamaremos al ‘narco’ de esta historia, vio a Patricia por primera vez, esbozó una sonrisa irónica y le preguntó al brujo que la había recomendado: ¿Esta peladita sí sabe? La veía tan niña que decía ¿en serio ella va a ser mi bruja? Ese primer encuentro ocurrió en el 2015 y la protagonista de esta historia tenía 25 años. Era muy joven.
Patricia Mondragón cuenta que un amigo brujo, al que ella llama el ‘excolega’, la llamó para ofrecerle un negocio: “Me dijo: ‘necesito que vengas a donde vivo, te quiero proponer algo, pero no podemos hablar esto por teléfono’. Yo llego allá, me cuenta todo el tema y me dice que él quiere que yo trabaje para un ‘narco’ y me lo presenta”, cuenta Patricia.
La bruja relata que para ella fue todo un misterio ese día, porque le dieron unas coordenadas, le pidieron timbrar y luego esconderse. Y cuando ingresó a ese lugar y su excolega le contó quien iba a ser su jefe, Patricia entendió el porqué del misterio.
“Cuando me dice que me iba a presentar al ‘patrón’, yo me imaginaba que era un señor viejo, gordo, súper paila, el típico cliché de mafioso que le muestran a uno los medios. Pero este era un paisa muy guapo, joven, bien vestido y hasta el sol de hoy se sigue manteniendo”, explica esta mujer.
Si se le pregunta cómo lo recuerda esa primera vez, ella dice que estaba vestido de traje, olía muy rico y tenía unas manos perfectas, bien arregladas. “Yo me lo detallé todo, dije: ‘¡wow! está guapo’”. Luego de admirar su elegancia y galantería, Mondragón relata que el hombre le explicó que necesitaba contar con el servicio de los dos. Su idea era que uno se encargara de sus negocios y el otro lo protegiera de sus enemigos.
Según lo que le contó el excolega a Patricia Mondragón, el ‘narco’ tenía tanto trabajo que él solo no daba a basto con las protecciones que debía hacer, por eso confió en ella para esto. “A mí al principio no me dio miedo, pero ya cuando llegué a mi casa me comenzó a dar risa nerviosa, porque es que trabajar con alguien así es muy delicado”.
Y es que para la bruja del patrón, la cosa es muy delicada, pues si no resulta lo que se dice se puede meter en graves problemas. “No es una persona que le va a decir a uno: ‘¡ay! mira lo que tú me dijiste no me salió', sino es una persona que tiene poder, es peligroso que le digas algo que no va a resultar”, explica Mondragón.
Patricia y su excolega debían cumplir un horario y trabajar en la casa donde movía sus negocios este hombre; en ese época, entre el 2015 y el 2018, el lugar de trabajo quedaba ubicado en pleno Chapinero, era una casa de varios pisos con una fachada que poco llamaba la atención en esa localidad de Bogotá. Allí no solo se movían los negocios de droga, también funcionaba una casa de citas y una oficina de finca raíz, las dos unas fachadas para lavar dinero.
Para Mondragón, ese trabajo en un principio no fue fácil, pues debía ganarse la confianza de su patrón y demostrarle que ella sí lo podía proteger. Para ello, llegaba todos los días a este lugar y tenía un horario de secretaria, de lunes a viernes de 8:00 a. m. a 5:00 p. m. Allí se encargaba de hacer las protecciones necesarias para que nadie se metiera con su negocio. Luego de cuatro meses, las cosas que Patricia le decía o le hacía tenían su efecto, y esto logró que se ganara su confianza.
Lo primero que Robitusí le advirtió es que ella debía notificarle todo lo que iba a hacer y que bajo ninguna circunstancia podía llevar a este lugar a amigos o familiares. También tenía cámaras en ese lugar y “varios miembros de la policía de ese cuadrante, eran amigos de él. Estaba muy protegido no solo con los rituales que yo le hacía”, explica Patricia.
Patricia utilizaba las prendas de Robitusí cuando este llegaban de sus viajes, “yo hacía con él esos rituales y yo lo desnudaba, obviamente todo muy profesional, guardando el respeto. Yo sabía que era muy guapo, pero en el trabajo es otra cosa y mi enfoque era montarle su protección”, relata la bruja.
También cuenta que en ocasiones hacía trabajos en conjunto con su excolega. Mondragón era la encargada de proteger el tema de los negocios y ella consideraba que eso era lo más delicado, cuidarle la plata. Por su parte, su excolega se encargaba de protegerlo a él, por ejemplo, que si le hacían un atentado o si la policía llegaba a donde él estaba pudiera salir bien librado.
“Uno de los rituales que yo utilizaba para protegerlo en la parte económica era con la energía de su ropa. Cuando yo le dije que necesitaba sus prendas, yo noté que no le gustaba mucho eso. Pero pues accedió porque quería resultados, obviamente yo no me podía llevar nada de eso a mi casa”, narra Mondragón.
También dice que le hacía tomar cosas, pues es muy común que a los narcos se les pongan sustancias extrañas en las bebidas para así doblegarlos. “Yo le hacía protecciones astrales. Con él tocaba estar renovándoselas a cada rato, pues obviamente así como él se protegía, sus enemigos también tenían su bufete de brujos para que lo atacaran”, agrega la joven.
Patricia recuerda que el primer día que le trabajó a Robitusí recibió como pago el monto de 500 mil pesos. “Ese día quedé sorprendida, en esa época era buena plata y para yo poder cobrar ese dinero necesitaba dos semanas de trabajo, pero en un día nunca. Quedé muy feliz pero igual me sentí preocupada, esto no era para nada un juego, era un trabajo con un narco. Me estaba dando mucho dinero y yo debía responderle, tenía un compromiso muy grande”.
La bruja del patrón cuenta que con el tiempo, él le empezó a pagar mensual y ya ella no cumplía horarios. En ocasiones, Robitusí le pedía que no fuera a aquel edificio en Chapinero. Comenzó a trabajarle por horas y los honorarios que recibía oscilaban entre los 4 millones y medio y los siete millones de pesos.
Patricia trabajó con Robitusí hasta el 2018, tuvo problemas con el excolega y partieron cobijas. Como era de esperarse, su socio se quedó con el patrón y ella le dijo adiós aquel trabajo tan bien pago. “Haber dejado de trabajar con él me pesó mucho, porque pues me entraba muy buen dinero”. Sin embargo y para felicidad de ella, el ‘narco’ la volvió a buscar y la contactó por medio de una cuenta falsa en Instagram.
“Después de que me contacto lo volví a ver dos veces en persona y hasta el sol de hoy sigo trabajando con él, es un cliente fijo. Es más, yo creo que vamos a morir de viejos y siendo amigos”, dice Patricia entre risas.
Hablando de los trabajos más raros que Mondragón le ha hecho a su patrón, fue un dominio sexual, ella considera que él no necesita de eso, pues es muy guapo y adinerado. Es la mezcla perfecta para que una mujer caiga a sus pies, es el Cristian Grey con alma de Vito.
Sin embargo, no todas las princesas comen cuento así de fácil, por eso Robitusí le pidió que hiciera este trabajo. Para que Patricia accediera, tuvo que verificar que la mujer señalada fuera mayor de edad y que existiera atracción hacia él. “Cuando era más joven a mi también me llegó un narcotraficante, este quería quitarle la virgininidad a una niña y yo sí le dije que conmigo no contara para eso, yo no opero en esos casos, yo tengo mis protocolos y todo tiene su causa y efecto”, aclara Patricia.
Patricia cuenta que desde los cinco años ella comenzó a sentir fuerzas extrañas que no eran para nada normales. A esa corta edad ella experimentó el tema del viaje astral, “coloquialmente se le llama desdoblamiento y yo pensaba que era un sueño y cuando esos sueños se materializaban me daba miedo, yo no le contaba a nadie”.
Sin embargo, un día decidió contarle a su mamá, quien no dudo en expresar el orgullo que sentía, pues ella también tenía sus dones y tenía linaje de bruja; esto quiere decir que la mamá de Patricia también lo es y la abuela, así como la bisabuela, así que para su progenitora este tema no era desconocido.
“Cuando mi mamá se entera de mis dones, ella comienza a relacionarme con muchas personas que sabían sobre el tema. A los nueve años, mi mamá me llevó a un consultorio acá en Bogotá, en el barrio San Fernando, allí solo leían el tabaco”, cuenta la joven.
Hay una anécdota que Patricia recuerda claramente y es que una vez descubrió que su papá engañaba a su mamá. Cuenta que un día antes de que su padre saliera de viaje decidieron tomarse de las manos y orar, en ese preciso momento una ráfaga de imágenes llegó a la mente de ella.
En sus visiones, su padre salía con una mujer. “A mí me dio mal genio, yo lo solté de las manos, en ese entonces yo tenía 11 años y yo le dije a mi mamá, váyase detrás de mi papá porque él se va a ver con otra mujer. Yo le describí el lugar, le dije que tenía palmeras y mi mamá me hizo caso. Así tal cual como yo le dije, encontró a mi papá”. Ese día Patricia quedó fría al descubrir que sus visiones eran reales. Sin embargo, asegura que con el paso del tiempo ha perdido esas facultades, pues la pureza del alma influye en esto.
A pesar de que Robitusí ya no es un capo grande como hace años, aún sigue trabajando en este campo, eso sí, ya más ‘caleto’ como dice ella. “Ya no da tanta papaya y eso me facilita el trabajo. Ya no vive en la opulencia de antes, porque quizás sabe que es más seguro vivir así, en el anonimato. Cuando brujié con él, años atrás, fueron muchos los sustos por los que yo tuve que pasar. Una vez llegó la policía, esos no eran amigos de él, no los tenía negociados y casi entran a la casa porque se incendió uno de los pisos, por una vela que dejó descuidada. Ese día pensé que nos iban a capturar, pero el fuego se controló y ellos no lograron entrar”.
Con Robitusí es más fácil que mande a matar gente a que se le caiga un cargamento. “Yo lo escuchaba hablar en clave, decir: ¿qué pasó con el paciente? ¿ya se fue a descansar? y cosas así. Yo me hacía la que no entendía, porque entre menos supiera mejor vivía, más tranquila”, agrega Mondragón.
Se siente un privilegio, pero también se siente miedo, porque para los ‘narcos’ es más importante la palabra que una firma y si tú quebrantas la palabra ya se pierde la confianza, se pierde el respeto y, en ese punto, también se puede llegar a perder la vida.
No es la primera vez que se conocen historias como estas, el mundo del narcotráfico y las artes negras han estado muy conectados desde siempre. Desde Pablo Escobar, ‘La Monita Retrechera’, Griselda Blanco hasta ‘Matamba’ han tenido sus pitonisas a las que llegaron a considerar como parte de su familia.
Sin embargo, no todo ha sido fidelidad, pues como se conoció hace pocos días, Juan Larinson Castro Estupiñán, ‘Matamba’, fue abatido por las fuerzas militares. El mismo ministro de defensa, Diego Molano, aseguró que una pitonisa de la entera confianza del delincuente, quien hablaba todos los días con él, fue quien lo entregó.