Un sacerdote que conoce bien la cultura popular colombiana se animó a explicar y desmentir en SoHo cada uno de los mitos que más se repiten por la celebración religiosa. ¿Quedará tranquilo?
Es Jueves Santo y a un niño de ocho años lo alistan con un casco, una armadura, un cinturón ancho y una túnica que va más arriba de sus rodillas para representar a un soldado romano que captura a Jesús y que va junto a una estatua de él, ambos serán levantados por los tradicionales cargueros de las procesiones. El pequeño está temeroso de ir encaramado y dependiente de la fortaleza de los hombros de un grupo de señores mal ejercitados y al tiempo está avergonzado por lucir esa vestimenta ridícula que causa las burlas de sus amiguitos. Sus familiares: mamá, abuela, tías, están orgullosas de “quedar bien” con el párroco del pueblo al poner a uno de los suyos como ‘ofrenda’ durante la Semana Santa.
La historia de ese niño que veo en el espejo demuestra la importancia que en Colombia tienen estos días santos que mezclan religión con cultura, en un país donde los católicos aún tienen un poder inconmensurable evidenciado, por solo mencionar un caso, en la cantidad de objetos religiosos que acompañan el escritorio del presidente Duque, según se pudo ver en las fotos de la firma de la extradición de ‘Otoniel’.
Y es que a pesar de que seamos un Estado laico, las cifras son convincentes, de acuerdo al estudio de diversidad religiosa de la Universidad Nacional: “seis de cada diez encuestados se identificaron como católicos, dos de cada diez se reconocieron como evangélicos o pentecostales, uno de cada diez señaló ser creyente pero no estar afiliado a una religión y uno de cada veinte se reconoció como agnóstico o ateo”, concluye la investigación con más de 11 mil personas.
Por estos días que se vive la semana más importante para la religión mayoritaria de Colombia, el país se paraliza literalmente: hay dos festivos que anteceden un fin de semana, lo que lleva a un cese de actividades extendido en oficinas, colegios y universidades y mientras la Iglesia lucha para no sean aprovechados para el descanso y el bullicio, en cierta población reviven los mitos que entre chiste y en serio se han repetido sobre estas fechas.
El padre Antonio Pitalúa es sacerdote de la Diócesis de Montería, fue vicerrector de la Universidad Pontificia Bolivariana de esa ciudad, pero sobre todo conoce muy bien la cultura popular colombiana, la ha vivido de cerca. Él comienza aclarándoles a muchos: “no es pecado irse de vacaciones. Pecado sería desentenderse completamente de lo que celebra la iglesia católica que es la fe”. Pitalúa aceptó la invitación de SoHo para explicar o desmentir esos mitos más repetidos de la Semana Santa:
Aunque es físicamente posible que ese hecho ocurra en seres humanos si suceden algunas contracciones en los músculos que rodean la vagina, por supuesto que no está asociado a tener relaciones sexuales los días santos. El padre sonríe al hablar del mito más repetido y recuerda que el catolicismo que nos llegó a este lado del mundo es heredado de España, con lo que eso implica.
“Hay una predicación enfocada al pecado, hacia el sexto mandamiento como pecado”, dice el padre. Acto seguido hago una pausa para que el subconsciente busque en los recuerdos de la catequesis, pero ya todo está olvidado. Así que busco en Internet cuál es. Encuentro varias versiones: en algunos lados se menciona “no cometerás actos impuros”, en otros son más específicos “no fornicarás” y por último encuentro una modificación “no cometerás adulterio”. En todo caso, parece que ocurrió una mala adaptación de las tablas de Moisés. “Como no se puede comer carne en Semana Santa, lo relacionan y lo extienden a todo, incluido el sexo”, agrega el padre, quien aclara que esa advertencia no está por ningún lado en la doctrina cristiana.
Así las cosas, ya tiene la ‘bendición’ por si algún familiar le sale con el cuento de que se quedará pegado o por si su pareja lo usa como excusa.
Le sucedió a Jesús Giraldo -su nombre ya le da una pista de la religiosidad familiar- cuando tenía apenas 12 años: un Jueves Santo se fue a bañar al río con unas amigas y como era alérgico al frío, creyó que el sarpullido que le empezó a salir era la metamorfosis que tanto le habían advertido. Para que aprendiera la lección y respetara la religión, al verlo llorando su mamá validó las sospechas con una frase imperativa que escondía un tono burlón: “Te vas a convertir en pez”.
“Muchos de esos mitos se dan en esa amalgama de predicaciones prohibitivas que a la gente de nuestros pueblos les caen bien, les gusta, porque se sienten identificadas”, trata de explicar el padre Pitalúa, sin encontrar una razón clara para el origen de la amenaza. Solo apunta a decir: “no debería ser así, se vuelve una predicación no nacida de la fe de Cristo, sino del temor a algo”.
Como las misas en general se han vuelto una suerte de conciertos y sus canciones se han convertido en un género musical que tiene su público, que contribuye con algo más que la limosna; la prohibición de la música que predican fanáticos religiosos durante la Semana Santa aplica solo fuera de la iglesia.
“Se dice que es para propiciar un ambiente de recogimiento; la Iglesia invita al silencio durante estos días, que facilite la meditación por la pasión, muerte y resurrección de Cristo”, admite Pitalúa, al tiempo que acepta que es una pelea perdida. En su región, la Costa Caribe, se programan ferias, fiestas y conciertos durante estos días muy provechosos para el turismo, por lo que es difícil cumplir con la cuota de silencio mientras haya ‘perreos’ sonando en la calle.
“Hubo un tiempo, antes de la reforma a la liturgia, que el Viernes Santo los sacerdotes vestían de negro, pero después incluso fue permitida la vestimenta roja”, recuerda el sacerdote ‘cazador de mitos’. Sin embargo, sí cree tener una respuesta al origen de esa idea de que los colores en la ropa durante Semana Santa podrían despertar la ira divina.
“En nuestros mayores quedó la costumbre del luto el viernes”, apunta en referencia al color negro y blanco que se usa hasta por seis meses en algunas regiones cuando muere un ser querido. “Pero eso hoy por hoy no tiene sentido, la Iglesia lo que termina es celebrando la resurrección de Jesús”. Como quien dice, para los creyentes entre más carnavalera la ‘pinta’, mejor.
Más que un mito, esta idea que es de los mismos creadores del dicho “es ateo, gracias a Dios”, surge como una retaliación de unos religiosos con quienes no creen en Dios porque la celebración de la Semana Santa implica dos días e incluso para algunos más de descanso, sin distingo de creencia, sin importar si usted va a ir al viacrucis o mejor se va a quedar en una piscina, una discoteca y rematar en un motel.
La mirada vengativa no va con el padre Pitalúa. “Aunque somos diferentes, el goce del tiempo libre debe ser igual para todos, independientemente de que asista al templo o no. Lo demás sería hilar muy delgado: ¿en una empresa o en una universidad el que no profesa la fe entonces va a quedarse esos días?”.
Seguramente se encontrarán más mitos absurdos e inverosímiles de la Semana Santa en cada región del país e incluso en diferentes de Iberoamérica, donde la cotidianidad está tan apegada al catolicismo. Con el padre Pitalúa desde Montería recordamos otros como que “es mala suerte hacer oficio o poner un clavo el Viernes Santo” o que “es mala suerte salir después de las 3 p.m.” que fue la hora de la muerte de Jesús, incluso que en las zonas rurales “no se puede cortar madera porque brotará sangre”, todos para él no están en la doctrina religiosa y no son más que tradiciones populares.
Así las cosas, conserve esta guía de desmentidos para usarla durante estos días y las semanas santas que vengan y si siente que le hace mucha falta y puede afectarlo “no coma cuento, coma carne”.