El para nadador nacional hace parte de los 62 deportistas que conforman el Equipo Colombia.
“Nunca te rindas en tus sueños”. En redes sociales, Nelson Crispín escribe palabras de motivación, de aliento, que mantienen vivo el fuego por competir, por mantener ese rendimiento superlativo que hace que todo un país se emocione con cada una de sus brazadas. Y ríe.
Su figura se agranda más de 1.35 metros, incluso llega a extenderse más allá de lo que la vista alcanza. Su historia en la Para natación es idílica. Parece de esos cuentos de hadas, con final feliz: la disciplina y él vivieron felices por siempre. Una vida llena de júbilo, alegrías, alborozo y triunfos, todos memorables, que llenan de emoción e hinchan el pecho de orgullo de millones de personas, el último de ellos en el Mundial de Para natación, en el que logró cinco medallas, que lo catapultaron a la eternidad.
La piscina es su refugio, pero también donde salen a flote todas sus fortalezas, seguridades y cualidades. Atrás, en un pasado muy lejano y con algo de polvo, quedó ese temor que le daba lanzarse al agua, esa en la que el miedo se apoderaba de su cuerpo, lo carcomía y lo hacía temblar y en la que la falta de confianza lo hacía ver con inseguridad una pileta.
Sin embargo, todo cambió cuando aparecieron dos personas que le dieron un vuelco de 180 grados a su vida y a su visión sobre el agua, William Jiménez, su primer entrenador, y el para nadador Moisés Fuentes, quienes se encargaron de sembrar el gusto y, sobre todo, la pasión por la natación, ese deporte en el que tantas alegrías le ha dado a Colombia a lo largo de su carrera en las diferentes competencia en las que ha participado.
Desde que dio sus primeras brazadas, los resultados se empezaron a reflejar y no solo en los tiempos de las competencias sino en la sincronización que tenía con el agua, en cómo todas esas cualidades se potenciaban para hacerlo rendir a un porcentaje superior a los demás y dejar claro que la natación era el camino que debía tomar.
Rápidamente, llamó la atención de Santander, su departamento y en sus primeros Juegos Paranacionales, en Cali, con tan solo 16 años, se subió al podio en tres ocasiones. En dos, ganó plata y en una, bronce. Era el nacimiento de una estrella en Colombia.
No obstante, el talento de este pequeño gigante lo llevaría a escalar un montaña mucho más alta, porque la cima de su Everest estaba, nada más y nada menos, que en los Juegos Paralímpicos. A ese punto se enfocaron todos sus sueños, hacia allá apuntaba su mirada. Si bien sabía que era un camino difícil estaba dispuesto a afrontarlo con coraje y determinación, y así lo hizo. Estableció récord parapanamericano en los 100 metros pecho en Guadalajara 2011, certamen en el que se colgó una medalla de oro y consiguió su pase a Londres 2012.
La primera parte de su recorrido se había completado: en la capital británica dio el primer sorbo de grandeza, terminó en la cuarta posición en los 100 metros pecho, con apenas 20 años. Su siguiente ciclo hacia los Juegos Paralímpicos de Rio de Janeiro 2016, lo afrontó con mayor madurez y sus tiempos maravillaban más.
En el Mundial de Para Natación, que se disputó en Montreal 2013, empezó a moldearse su figura a nivel internacional, al lograr cinco medallas: una de oro, una de plata y tres de bronce. Algo que confirmó en el mundial de Glasgow, dos años más tarde, en el que se subió en tres ocasiones al podio; y, también, en los Juegos Parapanamericanos de Toronto, en el que se colgó seis preseas.
Para entonces, ya hacía parte del programa Atleta Excelencia del entonces Coldeportes, hoy Ministerio del Deporte. En Rio de Janeiro completó un 80 % del camino que se había trazado hacia el oro paralímpico. En tres ocasiones finalizó en la segunda posición para convertirse en uno de los primeros atletas nacionales en ganar tres medallas en una edición de estas justas.
Un año para el recuerdo, en el que terminó de darse a conocer a todo el país y al mundo, fue condecorado y se convirtió en eterno para este sector a nivel nacional. En el que su imagen tomó el peso de figura.
Pero fue en el camino hacia Tokio donde terminó de elevarse al Olimpo. En el Mundial de 2017, en Ciudad de México, dio un abrebocas de lo que sería el periplo hasta la capital japonesa. Ganó cinco medallas, cuatro de ellas de oro. Puso a sonar el himno nacional a lo largo y ancho del mundo. Algo que emuló en los Juegos Parapanamericanos de Lima en 2019, en los que ganó cinco de oro, una de plata y una de bronce.
En Tokio tocó el cielo con las manos: se coronó campeón paralímpico en la modalidad de 200 metros combinado individual, una competencia que, hasta ese momento, no era su fuerte. Pero con la determinación que lo caracteriza logró subirse en lo más alto del podio y, posteriormente, se quedó con dos medallas de plata y una de bronce.
Con estas marcas, su nombre fue uno de los primeros en inscribirse dentro del Equipo Colombia, una estrategia que apunta a la preparación de los atletas, para que encuentren el soporte necesario para alcanzar los objetivos trazados, con beneficios como apoyo económico, acompañamiento metodológico y psicosocial. Con este apoyo adicional, comenzó su camino hacia París 2024 y, en el Mundial de Para Natación, demostró todas sus cualidades, nuevamente, su figura se elevó a nivel de leyenda, fue protagonista, uno de los más galardonados del torneo.
Esa imagen deja claro que el agua es su sitio seguro, el lugar donde tiene la capacidad de volar – en el agua – e ir más allá de donde muchos han llegado; donde los récords son una brecha imaginaria que se superan con trabajo, dedicación y esfuerzo; en el que le dibuja sonrisas a todo un país y en el que el nombre de Nelson Crispín se enaltece hasta el punto de convertirse en inmortal de este deporte.
*Este trabajo periodístico se hace en alianza con el Ministerio del Deporte.