Desde muy temprana edad demostró sus dotes de lideresa en su región y sus ganas de cambiar al país
Francia Márquez y Gustavo Petro se convirtieron en la pareja ideal de la izquierda colombiana que buscan la presidencia en el 2022.
Luego de varias jornadas marcadas por la incertidumbre de saber quiénes serían los candidatos de las coaliciones del Pacto Histórico, Equipo por Colombia y Centro Esperanza, así como quienes estarían presentes en el Congreso de la República, hubo un hecho que marcó la jornada, la alta cantidad de votos que recibió Francia Márquez en la consulta donde se peleaba la candidatura presidencial con Gustavo Petro. Votos que, sin duda, se ha ganado a punta de resistencia y de lucha a favor del medio ambiente y su pueblo.
Márquez no es una mujer cualquiera. Desde pequeña se interesó por esos problemas que aquejaban al corregimiento de El Tamo en el municipio de Suárez en el Cacua, lugar donde creció y aprendió de su madre a luchar por hacer valer sus derechos. Nada fácil en un lugar donde la violencia era el pan de cada día por cuenta de ser un territorio rico en oro.
Codiciada por todos aquellos que veían en esta región de Colombia una forma de enriquecerse por cuenta de la explotación minera, como la multinacional sudafricana Anglo Gold Ashanti y algunos pequeños y medianos mineros respaldados por grupos armados, en en el 2001 Francia, con tan solo 20 años, no tuvo miedo de hacerles frente para proteger los recursos naturales.
Fueron varias luchas las que tuvo que dar para sacar las maquinarias de esta zona e impedir la explotación minera del lugar donde creció y comenzó a demostrar sus dotes de lideresa. Primero en el 2010 contra la Corte Constitucional por las 99 hectáreas que había recibido uno de los mineros que llegó a la zona Héctor Jesús Sarria en el 2002 y quien, siete años después, recibía el aval por parte del Ministerio de Interior en el que aseguraban la ausencia de comunidades indígenas.
En esa ocasión, la Corte Constitucional le dio la razón a Márquez y, de esta forma, ganó su primera batalla para frenar las maquinarias en El Tamo, lo cual le permitió, a sus 30 años de edad, estar bajo la lupa de los grupos armados, que ya la habían amenazado años atrás. No obstante, esto la llevó a convertirse en una voz de justicia para su pueblo.
Esta victoria fue un impulso para ella y en el 2011 decidió tomar rumbo hacia Cali, donde empezó a estudiar derecho en la Universidad Santiago de Cali. La lucha continuó en esta ocasión contra los mineros ilegales y esto incrementó su inseguridad en la región que la había visto crecer, pues recibió varias amenazas de parte de grupos ilegales. Sin embargo, esto no hizo más que despertar aún más su entusiasmo por defender a su pueblo de las injusticias.
Ante la sensación de impotencia, Márquez tomó la decisión en el 2014 de llevar su lucha contra las retroexcavadoras a través de la protesta pasiva. Tomó rumbo hacia Bogotá a pie y esto la puso más en el ojo del huracán y a las mujeres con turbantes en un símbolo de esta lucha y que los medios pusieran en su agenda la minería ilegal.
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Entre otras de las cosas que se pueden resaltar de Márquez fue su presencia en La Habana, Cuba, durante los diálogos de paz como representante de las mujeres que habían sido afectadas por el conflicto, una lucha que también le dio la posibilidad de ser reconocida a nivel internacional.
En el 2015 recibió el Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos en Colombia y, dos años después, esta activista ha sido capaz de derrotar a varios candidatos que hicieron parte de las consultas presidenciales.
Márquez se ha convertido en un icono para las mujeres que también están en la lucha por hacer respetar los derechos de las diferentes comunidades del país, así como los recursos naturales. Las más recientes elecciones demuestran la gran cantidad de seguidores con los que cuenta y que será clave para los cambios a los que aspira al país en los próximos años por su peso político.