Ahora hace parte del Equipo Colombia y uno de sus mayores éxitos ha sido haberse colgado una medalla de bronce en Río 2016.
Rendirse es una palabra que no existe en el diccionario de Edwin Matiz. Nada lo detiene porque tiene claro que un gran porcentaje del éxito en la vida es la actitud. Así la afronta, sin temores y con determinación. Esa fue la principal razón por la que perder su mano izquierda, después de manipular un artefacto explosivo en Quípama, Boyacá, su pueblo natal, no se convirtió en un momento de lamentaciones, sino que, por el contrario, le sirvió para encontrar en Bogotá una ciudad para explotar todas sus condiciones.
“Sucedió en el 2005 cuando tenía 12 años. Me había enviado a hacer un mandado y en el camino me topé con esto. No sabía qué era, lo tomé y me lo llevé a la casa porque pensé que me podía servir para una tarea del colegio. Comencé a manipularlo y de un momento a otro explotó. Tuve daños en varias partes del cuerpo, pero la que más sufrió fue la mano izquierda y tuvieron que hacer la amputación”, contó Edwin a SoHo.
Este desafortunado accidente cambió su vida por completo. El sueño de poder llevar a cabo una carrera militar se vio afectado y, desde una edad muy corta, tuvo que adaptarse a una sociedad que juzga con sus miradas y que ve a las personas con algún tipo de limitación de una forma distinta. Sin embargo, Edwin ha aprendido que “lo importante no es el qué dirán, sino aprender a dejar eso atrás y valorarse como persona”.
Y es que Edwin solo pudo comprender esto cuando tuvo que afrontar la pérdida de uno de sus miembros. De niño siempre se preguntó lo duro que podía ser para una persona vivir en una silla de ruedas o con alguna amputación: “Nadie está exento a que le pueda pasar algo en cualquier momento. Por eso debemos como sociedad intentar ponernos en la posición de esa persona y ser algo más solidarios. Hay que ver esto con más normalidad porque hay personas con limitaciones que hacen mucho más que aquellas que están completamente bien”, aseguró el deportista colombiano.
Aunque en un principio fue duro tener que adaptarse a una vida sin una de sus manos, Edwin siempre buscó la manera de poder seguir adelante para lograr lo que quería, razón por la que hace énfasis en que “hay que saber adaptarse a las circunstancias, por lo que el trabajo mental es tan importante, porque no siempre las cosas van a salir como uno las tenía preparadas”, agregó.
Su hermano Edgar se convirtió en un impulso. Él le abrió las puertas de su casa para que se instalara en la capital de la República y encontrara allí un trampolín para dejar el pasado enterrado.
Esto le sirvió para darle entrada a nuevas experiencias, dentro de ellas el ciclismo adaptado, el cual se convirtió en su principal motivación. Empezó a practicarlo como un pasatiempo, pero poco a poco se fue apasionando. Su camino lo llevó a conocer al profesor Marco Tulio Ruíz, quien vio sus condiciones y de inmediato empezó a guiarlo.
Esas cualidades hicieron que su carrera tuviera un auge importante, los resultados no tardaron en aparecer, las medallas no se hicieron esperar y en los Juegos Parapanamericanos Toronto 2015 su nombre sonó con fuerza después de lograr la medalla de plata en el kilómetro contrarreloj y la de bronce en la persecución individual en la categoría C5 en las pruebas de ciclismo de pista. Además, en la ruta finalizó en el quinto lugar.
El 2015 fue un año lleno de alegrías para Edwin puesto que, también, se estrenó en los Campeonatos Mundiales de Pista en Suiza. Su figura empezó agigantarse aunque no logró medallas. Fue quinto en la persecución, lo que hizo que el mundo entero posara sus ojos en esas condiciones que empezaba a demostrar. Algo que, además, le sirvió para empezar a ser reconocido en su categoría.
Ese reconocimiento lo fortaleció un año después en el Campeonato Mundial, en Italia, en el que finalizó en la cuarta posición en la prueba del kilómetro y el quinto en la persecución individual. Y lo reafirmó en los Juegos Olímpicos (JJOO) Rio 2016, al lograr la medalla de bronce en la persecución. Un logro que lo hizo tocar el cielo.
Para Edwin, el haber podido competir en sus primeras olimpiadas en territorio brasileño ha sido el mejor momento de su vida deportivamente hablando: “Nosotros nos preparamos de la mejor manera, pero nunca pensé que me fuera a ganar una medalla. Sabía que íbamos a estar cerca por los tiempos que uno miraba en las competencias previas”, confesó.
Si bien quedó a 800 milésimas de poder pelear por la medalla de oro, esa batalla por el metal de bronce fue muy especial: “Fue contra un brasileño. El velódromo estaba lleno, cada vez que él pasaba la tribuna estallaba, por lo que era inevitable no escucharlo”, recuerda.
No obstante, él sabía que se había preparado tanto física como mentalmente para afrontar este reto y “ahí fue donde saqué esa fortaleza mental que había trabajado para darme ánimo a mí mismo. Poco a poco las personas se fueron callando y sentí que la prueba ya era mía, pero no me lo creía, pero cuando me pusieron la medalla me di cuenta que ser medallista es una cosa, como dicen, de locos”.
La vida le mostró un nuevo obstáculo por superar: un dolor de cadera, que lo obligó a ser intervenido quirúrgicamente, lo que lo dejó por fuera de las pistas por año y medio. Pero esa fortaleza que mostró desde pequeño, se vio reflejada en ese proceso y en su regreso: compitió, primero, en los Campeonatos Nacionales y fue medallista. Luego, en los Juegos Parapanamericanos Lima 2019, donde logró medalla de bronce en el kilómetro e hizo la marca para estar en el proceso a los Olímpicos de Tokio. En la ruta fue cuarto y cerró 2019 con dos medallas de oro en los Juegos Paranacionales en el kilómetro y en la persecución individual.
Tokio 2020 fue su segunda participación en unos JJOO. Aunque terminó con dos diplomas paralímpicos, estas justas le dejaron un sinsabor al no haberse podido preparar de la manera que él esperaba por las lesiones, pero también una gran enseñanza ahora que se prepara para estar en París 2024: “Hay que tomar la competencia como si fuera la última y prepararse cada vez mejor, porque no se sabe si vas a tener otra oportunidad de representar al país”.
Su anhelo es subirse a lo más alto del podio en París 2024, mucho más ahora que, gracias a su rendimiento y resultados, fue seleccionado como uno de los 62 deportistas que integran el Equipo Colombia, que busca garantizar las condiciones económicas, técnicas, sociales y científicas, para satisfacer las necesidades específicas de preparación y competición de los deportistas que pueden subirse al podio en los Juegos Olímpicos.
“Siento mucho orgullo y satisfacción, porque no todos tienen este privilegio. Somos un grupo pequeño y es bonito porque tenemos el apoyo de todo el Ministerio del Deporte para hacer nuestra preparación de la mejor manera”, aseguró Edwin sobre la importancia de este tipo de estrategias.
Sin embargo, es consciente de una cosa: “Así como tenemos derechos, también tenemos deberes y estos son prepararnos de la mejor manera y dar todo en cada uno de los entrenamientos para buscar una medalla, que es lo que queremos, porque nadie se prepara para ser cuarto o quinto”.
Ahora bien, Edwin no está solo y cuenta con el apoyo de una de las personas mas importantes en su vida y, además, quien entiende los que significa ser un deportista de alto rendimiento, su esposa Paula Ossa a quien conoció en el ciclismo adaptado y a quien admira por todo lo que ha tenido que pasar: “Resalto su fortaleza mental porque así no haya podido descansar, por una otra razón, siempre hace sus entrenamientos, compite de la mejor actitud y pelea los primeros lugares”.
“La discapacidad es mental. Puede que nos falte una mano o un brazo, pero eso no nos impide lograr lo que queremos. Se nos dificulta un poco, peor si queremos lograr algo por lo que hemos soñado y lo trabajamos, lo logramos. Por eso hay que levantarnos a trabaja y luchar, porque las cosas grandes requieren un gran sacrificio”.
*Este trabajo periodístico se hace en alianza con el Ministerio del Deporte.