A un pequeño corredor donde hay asistencia humanitaria en la frontera con Polonia, llegan miles de ucranianos a diario huyendo de la guerra. | Foto: Camilo Pardo

Ucrania

“Bombardearon la calle de mi mamá y no puedo cruzar la frontera para verla”: ucraniana en el límite de Polonia

Por: Soho.co

Una joven ucraniana relató desde la frontera con Polonia la paradoja que vive por estar a salvo pero tener la preocupación a flor de piel por la suerte que pueda correr su mamá a solo 70 kilómetros de distancia.

Un mes después de que comenzara la invasión de Rusia en Ucrania, la separación de las familias es uno de los mayores dramas que deja esa guerra, en la que como es lógico no hay ganadores. Las posibilidades de resolución hoy lucen estancadas, lejos de una victoria para la Rusia de Putin, pero a la vez distantes de la tranquilidad para la Ucrania de Zelensky: en la mitad la población civil rota.

Marta Koren camina por el pequeño corredor a donde llegan los refugiados en la frontera aparentemente tranquila del lado de Polonia. Ella es un a joven ucraniana que le relató a SoHo la angustia que padece por estos días desde el lado occidental de esa línea invisible que divide a un país en guerra de otro que hace un siglo fue el primer objetivo de Hitler. La historia pareciera cíclica.

La principal preocupación de ella por estos días es la suerte que corre su mamá. “Ella está literalmente muy cerquita de mí, a solo unos 70 kilómetros de aquí de la frontera, pero no puedo cruzar para verla. Todo el tiempo estamos en conexión”, le cuenta a Camilo Pardo, un colombiano de Cadena que está ahora mismo y solo por 10 días en ese lugar convulso, según él mismo admite por “su tranquilidad mental”.

“Bombardearon la calle enfrente de donde ella vive, toda la casa se llenó con humo”, expresa increíblemente con un amaño de risa la joven sobre el riesgo de vida en el que está su mamá. La situación es inverosímil pero con tranquilidad responde que ha logrado sobrevivir y que por lo menos está en Lviv, una de las zonas “más seguras” de Ucrania, si es que es posible utilizar esa palabra ante la amenaza de un país que tiene más de 6 000 ojivas nucleares. Literalmente una bomba de tiempo.

Esta rubia de tez blanca y cabellos dorados, todo un fenotipo ucraniano, ha logrado vivir momentos de sonrisa a pesar de sumar a la lista de 3.5 millones de refugiados que han tenido que salir de Ucrania. A pesar de ese trist panorama en el que ve día a día a niños y mujeres que llegan incompletos, sin los padres que puedan salir de Ucrania porque tienen el mandato de nutrir el ejército, le alegró poder reencontrarse con conocidos.

“Te encontraste con una de tus profesoras de la universidad”, le conversa Camilo a Marta. Ella alegra su expresión: “Me puse súper feliz de verla. Ella también es refugiada y para no estar allá vino con sus niños y ahora decidió meterse como voluntaria médica”, contesta.

Mientras Estados Unidos acusó formalmente a Putin de cometer crímenes de guerra y en el resto del mundo las presiones contra Rusia no cesan pero tampoco consiguen dar resultados a pesar de una dura arremetida cultural y económica, en las ciudades rusas los primeros rayos de sol cada día permiten escanear el grado de destrucción ascendente por los bombardeos, principalmente en Mariupol, una ciudad que se asemeja a las del Medio Oriente en lo peor de las arremetidas terorristas locales o de las fuerzas estadounidenses.

Como el fin de la guerra no se ve cerca, Marta solo cuenta en su mente con impotencia los pocos kilómetros que la separan de su madre , al tiempo que cada noticia que llega de los avances del ejército ruso aumentan su ansiedad porque un misil pueda volver a explotar cerca de su madre.

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