“Me alejó de caminos que no eran buenos”: Santiago Rodallegas muestra su agradecimiento con el deporte

Con la mirada al frente, los labios apretados y la mandíbula tensionada, Santiago Rodallegas afronta cada competencia. Su concentración es el resultado del trabajo arduo que ha realizado con su entrenadora María Isabel Urrutia. De ella ha aprendido a no bajar la cabeza en momentos difíciles, a no dar el brazo a torcer, porque asimiló que los baches en el deporte, como en la vida, se deben afrontar con tenacidad y determinación.

El levantamiento de pesas siempre fue lo que quiso hacer. Desde el primer momento que vio el gimnasio, cuando acompañaba a su padre a hacer un trabajo en el 2009, se enamoró de este deporte en Villavicencio (Meta) su ciudad natal: “Fue como cuando un niño está en una dulcería. Me pareció algo mágico y muy bonito. Llamé a mi papá y le dije que quería entrenar. Mi familia me apoyó y empecé a entrenar juicioso”, le contó el deportista a SoHo.

“Me acuerdo tanto que el primer día me puse a trabajar en una máquina de cuádriceps y llegó la entrenadora Naira Urrea y me dijo que si quería entrenar y acepté. Ella me citó a las dos de la tarde, hablé con mi papá y me dejó. Desde ese momento me sentí muy especial, porque me hacía sentir tranquilo y, además, que podía hacer las cosas”, agregó Santiago.

Con tan solo siete años empezó un camino largo y empedrado en el levantamiento de pesas. Su técnica era tosca, sus pensamientos divagaban entre el deporte, los quehaceres de la casa y las necesidades de un niño de esa edad: juegos, estudio y diversión.

Pero ese niño no era tan niño y su mente no divagaba con tanta facilidad, aun así, la técnica seguía siendo brusca. En su primera participación en una competencia, los Juegos Nacionales del 2015 en Quibdó (Chocó), la desesperación controlaba a Rodallegas cuando las cosas no le salían según lo planeado y, muchas veces, se quedaba en blanco.

Aquel año no ganó en esas justas. La desilusión fue grande porque se cerraron muchas puertas, pero como bien dicen, “la derrota te puede llevar a lugares impensados a los que no llegarías si hubieses triunfado”. En este camino se topó con María Isabel Urrutia, ganadora de la primera medalla de oro en la historia del deporte colombiano en Sidney 2000.

Luego de su participación en los Juegos Nacionales del 2015, en el vuelo de regreso a Bogotá, Ubaldina Valoyes, pesista colombiana, le comentó a Santiago que Urrutia estaba armando un equipo y le preguntó si quería ser partícipe de ese equipo. El joven pesista no lo dudó ni un solo segundo y empezó a trabajar el 1 de febrero del 2016, una fecha que lleva marcada en su memoria.

A primera vista, Urrutia le vio potencial y se dio cuenta de que, con algunos ajustes, ese pequeño flaco de risa fácil, cabellera corta y alborotada, podía llegar muy lejos: “Su temperamento era bastante fuerte y radical, pero eso me ayudó a salir adelante, porque cuando flaqueabas, ella lo que hacía era empujarte a dar más y eso fue algo que no dudé en aprovechar”, recordó Santiago, quien tuvo que vivir la muerte de su padre, que le dejó algunas lecciones de vida antes de partir, como trabajar duro, con mucha humildad, escuchando a los grandes y teniendo a Dios en el corazón.

Sus inicios estuvieron marcados por más derrotas y por una situación que ningún deportista quisiera pasar, las lesiones. Sin embargo, Santiago lo tomó con calma e intentó verlo de una manera positiva: “Esos golpes me ayudaron a evolucionar y a convertirme en un mejor deportista”, reveló el pesista de Villavicencio.

Este aprendizaje lo hizo ir más allá. Se mudó a Bogotá, ciudad que lo recibió con los brazos abiertos, “pero que te reta a ser mejor y a superarte”, confesó Santiago. En la capital de la República, empezó a trabajar mañana, tarde y noche con su entrenadora Urrutia. Una preparación ardua, compleja, extenuante y, a la vez, satisfactoria. Con ella se transformó, se fortaleció tanto física como mentalmente y, lo más importante de todo, empezó a creer en sus condiciones.

Siempre respetó el método de trabajo que empleó con la entrenadora, lo que lo llevó a mejorar en diferentes aspectos técnicos y convertirse en el mejor en la categoría de los 77 kilogramos a nivel nacional. La sinergia dio sus frutos porque se terminó de esculpir un levantador de pesas extraordinario, con la capacidad de seguir absorbiendo conocimiento para mejorar y superarse en cada salida a tarima.

Se convirtió en una persona tranquila, tanto que a veces hace respirar con velocidad a sus entrenadores, que le exigen al máximo, y se toma todo con calma. Pero es todo este conjunto de cualidades el que lo ha llevado a tocar el cielo con las manos, a dejar el nombre del país en lo más alto, como lo hizo en el Campeonato Mundial de Pattaya, Tailandia, en 2019; en los Juegos Panamericanos de Lima; en el Panamericano de Pesas de 2021; en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, en el que terminó con diploma olímpico, y en los Juegos Bolivarianos Valledupar 2022, en los que se quedó con la medalla de oro, en la categoría de los 89 kilogramos.

Pero Tokio no terminó como esperaba. Santiago iba con muchas más expectativas con el entrenador Nacional Luis Carlos Arrieta y las cosas no salieron como él quería. Esto fue otra gran desilusión, quizás una de las mayores y de la que más le costó levantarse, pero dejó de lado lo malo y tomó lo bueno. Ahora se siente mucho más fortalecido a nivel mental y sabe que esto será clave en su preparación para París 2024.

“Sé que en algún momento se va a ver reflejado todo el trabajo que he hecho. Siento que cada vez que salgo a competir es más que todo una competencia interna conmigo, porque hay que superar esa actuación de antes y la mente es un factor clave. La mente es un puente para llegar al mejor nivel, por lo que si está educada, así tu cuerpo no esté en las mejores condiciones, te va ayudar a salir a flote”, confesó Santiago.

Todos esos logros traen consigo beneficios para que su camino no esté tan lleno de obstáculos. Hace parte del Equipo Colombia, iniciativa liderada por el Ministerio del Deporte en conjunto con el Comité Olímpico Colombiano y el Comité Paralímpico Colombiano, que busca garantizar las condiciones económicas, técnicas, sociales y científicas, para satisfacer las necesidades específicas de preparación y competición de los 60 atletas que hacen parte del equipo con miras a París 2024.

“Es muy importante para mí estar en el Equipo Colombia porque significa que estoy entre los mejores. Esto se creó para obtener los mejores resultados cada vez más. Es un programa muy bueno y espero que se mantenga para poder lograr los objetivos, pero que se pueden lograr con trabajo y de la mejor manera”, dijo Santiago.

Con sus entrenadores avanza en ese camino largo y empedrado. Ellos lo observan con detenimiento y, en el momento en el que le ven alguna falla, le hacen caer en cuenta, lo corrigen y Santiago, de inmediato, hace el ajuste. Gracias a ese trabajo mancomunado han logrado grandes gestas y han dejado el nombre de Colombia por todo lo alto.

Santiago es una de las mayores proyecciones que tiene el país en el levantamiento de pesas. No obstante, es consciente de que esto no pudo haberse logrado sin el apoyo de su familia, quienes lo impulsaron a seguir metido en el deporte.

“Al final, el deporte me alejó de caminos que no eran buenos y de compañeros que tomaron otros caminos como el de las drogas o el de mano armada, por lo que le agradezco mucho al deporte porque también me ha permitido conocer mucho lugares y nuevas culturas, además de poder ayudar a mi familia, pero, principalmente, porque el deporte me ha abierto muchas puertas y te educa para la vida”.

*Este trabajo periodístico se hace en alianza con el Ministerio del Deporte.