22 de marzo de 2022

Actualidad

La opinión de católicos y ateos por los encapuchados de la Catedral

Un sacerdote jesuita que pide no limitar “el derecho a los jóvenes” a decir lo que piensan y un ateo que cuenta cuándo se sienten irrespetados en un país de mayoría católica. SoHo los invitó a escribir después de la irrupción del grupo de encapuchados en la Catedral Primada de Bogotá.

Por: Soho.co
Iglesia Católica pide respetar derechos de feligreses, tras ataque a Catedral Primada
Iglesia Católica pide respetar derechos de feligreses, tras ataque a Catedral Primada | Foto: Captura de pantalla.

Sabían que iban a generar un escándalo nacional. Los encapuchados de la llamada Red de Artistas en Resistencia en cabeza de ‘Simona’ —integrante de la primera línea de Escudos Azules— que gritaron arengas anticlericales al momento de “la paz” en la misa del domingo en la Catedral Primada de Bogotá, pusieron a hablar a todo el país de un acto que ellos calificaron como un performance.

Que fueron los seguidores de Petro, que fue un montaje organizado por el uribismo, que es el equivalente a la noche de los cristales rotos cuando los nazis quemaron sinagogas judías, que al país le van a expropiar la fe o que es justo protestar contra una organización antiderechos como la Iglesia: todas esas reflexiones se generaron después del hecho.

SoHo publica la opinión del subdirector de la Corporación Bogotá Atea, Andrés López, quien expone los escenarios cuando los no creyentes se ven vulnerados en un país de mayoría religiosa y la del sacerdote jesuita Jonathan Marín, quien escribió en sus redes sociales un mensaje que fue interpretado como de respaldo a los encapuchados y que incluso fue retuiteado por ‘Simona’, trino en el que él dice que “Cristo los elegiría a ellos” al referirse a los jóvenes que entraron a “vociferar” lo que no pudieron hacer en la plaza pública.

Teodrama

Por: P. Jonathan Marín

Sacerdote Jesuita

@jesuitajonathan

El domingo pasado un grupo de jóvenes ingresó a la Catedral Primada de Bogotá. Mientras concluía la Eucaristía dominical, estos jóvenes enmascarados protagonizaron, lo que parece ser, una proclama político religiosa. Las voces se levantaron con estridencia: unos defendiendo la libertad religiosa consagrada en nuestra Constitución; otros vociferando la libertad de expresión que debería ser protegida; muchos más alegaron montajes políticos, campañas de desprestigio, ataque al “alma popular” y a la “fe de todos”, convocando a “la salvación de la patria” del peligro inminente.

No se confundan: defiendo profundamente la laicidad del Estado y la libertad religiosa como las defienden doctrinalmente la Iglesia católica hace mucho tiempo. Creo que un signo indiscutible de una sociedad humanizada es, precisamente, el respeto a las creencias y opciones de vida de los demás. Esto es así, porque en ese respeto se protege, nada más y nada menos, que la libertad de elegir el sentido y horizonte de nuestra vida. Una sociedad que osa violar la dignidad de la conciencia es una sociedad propia de bárbaros. La tolerancia y el respeto a las otras creencias es la expresión de esa visión humanista consagrada en la Constitución e integrada en la moderna doctrina cristiana.

Ciertamente, la libertad religiosa es violentada cuando se afecta el derecho de los ciudadanos a ejercer públicamente sus creencias y cuando, en términos generales, son constreñidos a optar por una religión bajo lógicas nacionalistas o autoritarias. Debería ser así de claro que estas libertades son puestas en entredicho cuando los funcionarios públicos o los líderes políticos usan narrativas religiosas para promover ideas partidarias, para posar de buenos y ganar votos o, lo que es aún peor, con el fin de incitar al miedo, la violencia y la radicalización de las rivalidades. En estos casos, la religión se convierte en arma para violentar las libertades de otros. Desde la tradición cristiana este es un acto profundamente sacrílego e idólatra.

Así que el llamado es claro: protejamos nuestros valores constitucionales; pero no seamos miopes: protejamos nuestras libertades y credos de quienes quieren moldearlos sacrílegamente para beneficio propio a través de narrativas radicales, violentas y partidistas presentes en performances puritanos. Y por favor no hagamos lo de siempre: linchar en sacrificio colectivo a los jóvenes, limitarles su derecho a decir lo que piensan en la plaza pública y silenciar el reclamo que, paradójicamente, muy pocos están dispuestos a escuchar. Una nación no puede ir adelante a pesar de los jóvenes sino gracias a ellos. Ellos son su presente y no sólo su futuro.

¿Quién respeta a los ateos?

Por: Andrés López Gallego

Integrante de la Corporación Bogotá Atea

Por lo visto, el irrespeto a los religiosos sigue teniendo un gran reproche social, y eso está bien, yo también lo reprocho. No obstante, poco se habla de cuando los mismos religiosos son quienes transgreden los derechos de los demás, como si quienes no profesamos una fe mereciéramos menos respeto.

Como ateo, activista por el humanismo secular y defensor del Estado laico de la Corporación Bogotá Atea, me preocupa profundamente que ocurran hechos de intolerancia como los vividos recientemente en la Catedral Primada de Colombia. Como lo ha manifestado la Corte Constitucional y aunque a muchos no les guste, Colombia es un Estado laico, lo que implica la igualdad y el respeto de todos los credos, y también de quienes no somos adeptos a ninguno.

Sin embargo, y como dijo alguna vez Héctor Abad Faciolince en El olvido que seremos, la Constitución no siempre llega a todas partes y el pensamiento general es especialmente difícil de alcanzar. Hemos sido testigos de cómo muchos, incluyendo a varios que afirman ser dizque ‘alternativos’, han manifestado su contundente rechazo a estos actos de intolerancia religiosa, lo que no tiene nada de malo y lo comparto; no obstante, poco o nada han dicho cuando son los mismos religiosos los que irrespetan a los que no creen.

Al fin y al cabo ¿por qué a estas alturas los ateos todavía nos sentimos irrespetados? A primera vista diría que ante la ley somos iguales, que nuestro Estado ya es laico y que sólo tenemos ganas de llamar la atención. Sin embargo, una cosa es la ley y otra es la práctica y en esto podemos ponernos de acuerdo con muchas minorías que gozan de una supuesta protección pero sólo en el papel.

Comencemos desde el futuro del país: nuestros niños y niñas. Ya perdí la cuenta de la cantidad de veces que la Corte Constitucional y el Ministerio han insistido en que en la educación pública debe haber planes de educación religiosa diversos y plurales. Sin embargo, en la práctica hay un porcentaje preocupante de colegios oficiales que conservan planes de área que parecen más catequesis que una cátedra ofrecida por el Estado. De la misma manera, aunque la ley ampara la posibilidad de objetar conciencia si uno no cree, igualmente, en un montón de colegios siguen sin respetar este derecho.

Ante esta problemática, ¿qué han hecho los organismos de control y las secretarías de educación? Más bien poco. Quizás en las grandes ciudades la situación es algo distinta, pero en general todo esto sigue desconociéndose y nos ha tocado a los ciudadanos a través de veedurías (como la Veeduría Colombiana de la Educación Básica y Media, a la cual pertenezco) asumir ese rol de control. Sinceramente, que en pleno siglo XXI no tengamos garantías para un derecho humano tan básico es una terrible falta de respeto a los que no creemos, pero de esto no se quejan los ‘alternativos’ en Twitter aunque ocurra todos los días.

Ahora bien, soy consciente de que el interior de la iglesia era un espacio íntimo y muy propio de los feligreses católicos y que perturbarlo era inadmisible. Sin embargo, aunque vía tutela se ha logrado proteger el derecho a la tranquilidad, poco es lo que hacen las autoridades locales y la sociedad en general cuando son las iglesias las que invaden los espacios íntimos de los demás. Casos de iglesias que abusan de los límites de ruido, o de los municipios donde la iglesia enciende los parlantes para darle misa a todo el pueblo hay de sobra. Está bien que los católicos no quieran perturbaciones en sus espacios propios, ¿pero por qué los que no creemos nos toca aguantar ese ruido y no podemos estar tranquilos ni en nuestras propias casas? Pareciera que ni en el espacio público, que es de todos, podemos estar tranquilos, pues muchas iglesias siguen practicando sus ritos en parques aunque las normas urbanísticas lo prohíben, como lo expusimos en Bogotá Atea en un video hace más de un año cuando la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia invadía un parque en el noroccidente de Bogotá.

De la misma manera, es una falta de respeto cuando pretenden favorecer a un culto en particular con el dinero de todos, como cuando la Policía quería gastar una millonada en biblias católicas pero afortunadamente la detuvo el Tribunal Superior de Bogotá. O sin ir muy lejos, el propio lema de la Policía “Dios y Patria” contra el que también se han interpuesto acciones. Como los anteriores, tenemos cientos de ejemplos que pueden ser consultados en el Informe de Laicidad publicado por la Corporación Bogotá Atea que puede leerse en internet.

Finalmente, la discriminación. Este país todavía tiene sus prejuicios sobre los que no creemos, aunque somos seres humanos tan normales como cualquier otro. Historias conozco de sobra, desde gente que no le renovaron contrato por no creer hasta cuando sin conocernos consideran que somos malas personas por no profesar una fe.

En definitiva, seguimos muy atrasados en este ámbito y aunque la Corte Constitucional declaró la laicidad del Estado en 1994, quienes están en el poder político todavía no se han enterado o no quieren enterarse y los ‘alternativos’ que se lanzan a la política tampoco le paran bolas. Del mismo modo, la población sigue sumida en esa ignorancia, como los que rechazaban a los candidatos no creyentes sin siquiera haber leído sus propuestas. Ateos los hay buenos y malos, así como hay creyentes buenos y malos.

Así las cosas y sin perjuicio de lo que todavía nos toca aguantar los ateos en el siglo XXI en Colombia, el mero hecho de invisibilizarnos ya me parece en sí mismo una falta de respeto, pero bueno, ya sabemos que defender a los ateos no da votos. Como estrategia política en época electoral es un plan ganador, pero poco coherente con el discurso alternativo que predican.

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