Hoy soy conocida como Kola Boof, pero mi nombre real es Naima Bint Harith. Nací en Omdurman, Sudán, en marzo de 1969. A mis padres biológicos los asesinaron frente a mí cuando tenía 6 años, porque mi papá, Harith Bin Farouk, hablaba en contra del genocidio y la esclavitud en mi país. Fue entonces cuando la Unicef me puso en adopción y me fui a vivir con mi nueva familia a Estados Unidos. Allí pasé la mayor parte de mi vida, hasta que a principios de los años noventa regresé al norte de África para trabajar como modelo y actriz.
Era enero de 1996. Había salido a una cita en un restaurante de Marrakech, Marruecos, cuando Osama entró con sus hombres. Ellos escoltaron a mi acompañante fuera del recinto y nunca más supe de él. Somi, como yo le decía, me forzó a que cenáramos juntos y, más tarde esa noche, me llevó a mi hotel y me violó. Esa noche descubrió que hablo árabe de Egipto, que tengo la infibulación vaginal al estilo musulmán tradicional (se cosen los lados de la vulva después de haber quitado el clítoris y los labios) y que soy mitad árabe. Le interesé. Estaba oficialmente secuestrada.
Somi y sus hombres me llevaron al hotel La Maison Arabe, en la Medina de Marrakech. Viví en el cuarto Winston Churchill desde enero hasta junio. Entonces me convertí en su amante. Creo que esa es la mejor forma de describir la situación. Dormimos juntos cuatro meses, que fue el tiempo que pasó en ese lugar. Él cazaba y pescaba cuando estaba en Marruecos. También viajaba con frecuencia a Sudán, a Afganistán y a Etiopía. Y, mientras tanto, yo encerrada. El diplomático sudanés Gamal Ibrahim escribió un libro en el que sostiene que yo me casé con Osama y que tuve un hijo suyo. No es verdad. En realidad yo nunca quise a Somi. Me quedé en ese hotel únicamente porque temía por mi vida. Debía fingir que me gustaba hasta el sexo, que era muy abusivo y doloroso. Pero actuaba como si lo disfrutara. Tenía miedo.
Él era un hombre complejo. A veces era amable. Otras, malvado y cruel. Incluso llegó a pegarme. Era muy violento para el sexo: me mordía y se orinaba en mi boca. Me forzaba a practicarle sexo oral por las mañanas y a servirle el desayuno después. Sin embargo, era detallista y le gustaba regalar cosas caras. Me contrató a una empleada personal y me regaló ropa y joyas muy finas. A veces escribíamos poesía juntos al lado de un estanque.
El mundo piensa que él era un tipo cruel y malvado. Eso es cierto. Pero también es verdad que era un hombre brillante a quien le encantaba leer a Muhammad Qutb, salir a caminar y fumar marihuana. Amaba el sexo, aunque tener relaciones sexuales lo avergonzaba. Hablaba suave: casi nunca gritaba ni alzaba la voz. Era tan dominante conmigo como amoroso con su mamá.
Osama no era tan religioso como lo mostraban los medios de comunicación. Rezaba los martes y jueves, pero no lo hacía el resto de la semana. Era devoto a la yihad y a la revolución palestina. Quería que el islamismo se convirtiera en la religión del mundo. Odiaba profundamente a Occidente, pero era un fanático de las películas y las celebridades de ese hemisferio. Le encantaba ver la serie Los años maravillosos y adoraba a la cantante Whitney Houston. Tenía un conocimiento extenso sobre el mundo y la cultura pop.
Creo que he cambiado mucho desde que lo conocí. Por él soy feminista. Nunca olvidaré su abuso. Tampoco su genialidad. Reconozco que me enseñó a escribir y que sus críticas me convirtieron en una mejor poeta.
Hoy en día soy una autora exitosa de libros de ficción que tocan temas fuertes sobre las mujeres. Mi última novela, The Sexy Part of the Bible (La parte sexy de la Biblia), cuenta la historia de una mujer que descubre que es un clon. Aclaro que habla de los científicos en África y no de la Biblia. Por otra parte, me han contactado cineastas que quieren hacer una película de mi experiencia con Osama. La supermodelo Naomi Campbell está muy interesada en interpretar mi personaje. Hemos hablado del tema, de hecho. Pero, para ser honesta, no creo que ella sea la más indicada para el papel, pero tengo entendido que ha estado tomando clases de actuación.
Me pareció difícil de creer cuando me enteré de que Somi había muerto, sobre todo porque no había cuerpo. Igual, me alegra saber que el presidente Barack Obama hizo de este mundo un lugar más seguro. Pero lo admito: no solo veo a Osama como un monstruo, también como un hijo, como un ser humano.